Carta III: Los borrachos del poder y el vino agrio de la Historia

Estimado lector:
‘Cartas persas’ se publica en la revista del MCRC Diario de la República Constitucional, fundada por Antonio García-Trevijano, arquitecto de la teoría pura de la democracia. Inspirada en Montesquieu ―cuya separación de poderes Trevijano llamó «alma de la libertad»―, esta columna presenta a un sheij iraní que observa Occidente con ironía coránica y rigor constitucional. Sus cartas, herederas del espíritu crítico de ambos pensadores, desvelan las falsas democracias donde el poder se disfraza de ley. Al final se incluye un glosario de términos.

Sobre la embriaguez neoconservadora y la resaca geopolítica que nadie quiere admitir

Querido hermano en la templanza de Alá:

Recibo tus palabras desde Isfahán, donde el viento aún susurra las misivas de nuestro venerable Sheij Yazid al-Rashid. Él, bajo la sombra de los cipreses, denunció cómo Occidente convierte la paz en teatro de sombras; yo, Ibrahim, escribo desde Varsovia para desvelar su resaca de hybris —desmesura helénica que condenó a Ícaro y a Edipo—. Dos derviches, una misma verdad: el poder embriaga, pero la Historia dicta sentencia.

Ayer, en un café donde el mármol absorbe lágrimas y consignas vacías, fui testigo de la parábola de vuestra decadencia. Un hombre, ebrio de whisky y retórica, tropezaba con una bandera ucraniana mientras declamaba a Whitman como si sus versos fueran ayat sagrados. Al desplomarse, vomitó bilis y eslóganes: «¡Democracia! ¡Libertad!». Los presentes rieron. Yo vi a Occidente: un beodo que canta himnos a la sobriedad mientras derrama su vino —vino de arrogancia— sobre mapas ajenos. El profesor Sax, asceta entre glotones y sabios desdichados, lo resume con precisión de cirujano:
«Esta guerra es la resaca de un festín que comenzó en 1991, cuando Estados Unidos creyó que el mundo era su odre personal».

Como escribí bajo los cielos grises de Bruselas, donde los burócratas confunden decreto con destino, Occidente sigue bebiendo de su propio reflejo. Desde que crucé el espejo de vuestras ilusiones, he visto cómo confunden arrogancia con estrategia. Clinton, Bush, Obama, Trump, Biden… Nombres que se suceden como vasos vacíos en una taberna que jamás cierra. Brindan. Derraman. Repiten. Cada uno corea: «¡Por la expansión de la OTAN!», vertiendo el vino de la hybris sobre las fronteras rusas. ¿No juraron a Gorbachov «ni una pulgada al este»? Esa promesa, tan vieja como Scheherezade, se cuenta ahora con la solemnidad de un imán recitando el Corán, pero su eco es la burla de los tiempos.

Occidente, hermano mío, es un ebrio que cree bailar tango mientras pisa los pies del mundo. Clamáis «defender la democracia» en Kiev, pero fue Washington quien derrocó a Yanukóvich en 2014, cual tabernero que cambia copas sin consultar al sediento. Ucrania es hoy un odre rajado que derrama sangre en vez de vino: dos mil almas caen diarias, cifra que los neoconservadores —esos talmudistas del poder bruto— enuncian con la frialdad de un contable. Sax sentencia: «Es una guerra entre Estados Unidos y Rusia, pero los ucranianos pagan la cuenta». ¿No es esto zulm —opresión que carcome el alma— disfrazado de jihad —esfuerzo sagrado reducido a guerra sacrílega—?

Los europeos son penitentes que rezan el rosario con una mano mientras, con la otra, apuran el cáliz de la OTAN. Alemania —la misma que forjó muros con acero y vergüenza— exporta divisiones blindadas que parten continentes. Francia, cuna de Voltaire y sepulturera del Espíritu de las Leyes de Montesquieu, ofrece discursos belicistas a Zelenski con la coherencia de un poeta maldito. Bruselas, ese sultán de tinta y decretos, firma fatwas con sello europeo: sanciones como emplastos de curandero para una gangrena que ellos mismos infectan, mientras reparte botiquines de papel tras haber prendido fuego al salón del diálogo.

Mientras el humo de las sanciones aún flota en el aire, la ironía suprema, oh sabio, es ver a Trump —ese tabernero caótico que rompe botellas para silenciar la música— intentando cerrar el bar a golpe de tweets. Los neoconservadores, esos inquisidores del poder duro, tiemblan ante su sombra: ¿cómo osa interrumpir su banquete de misiles y contratos petroleros? Europa, huérfana de su tutor ebrio, baila ahora al ritmo del Estado profundo, aferrándose a la OTAN como náufrago a un barril de vino agrio. Sax lo intuye: «El Estado profundo es un alcohólico que odia la sobriedad, incluso si le salva el hígado». La OTAN, esa cofradía de bebedores, forcejea ahora con la resaca: ¿servir más rondas en el Este, ignorando el grito de Palestina que arde bajo escombros, o vomitar la culpa en el Mar Negro?


Cierro esta carta con una imagen tallada en Persépolis y Capitol Hill:
«El borracho culpa a la tierra de sus tropiezos, sin ver que es su sombra la que lo derriba».

Occidente, en su embriaguez de eternidad, no entiende que Rusia no es su rival, sino el espejo empañado donde su hybris deviene caricatura. El Corán, sabio alquimista de verdades eternas, ya advirtió:
«¿Acaso no ven que la vida mundanal es lluvia que hace brotar cosechas, las embellece, y luego las reduce a heno disperso?» (57:20).

El simún —viento que en mi juventud sepultó caravanas en Persépolis— hoy sopla sobre Kiev: arrastra promesas rotas y contratos de armas. Así Alá disuelve los reinos de los arrogantes, como polvo arrastrado por el vendaval. ¿Acaso no leéis vuestros libros? Ecce homo de Nietzsche yace en vuestras bibliotecas, pero no veis que sois vosotros quienes miráis al abismo… y el abismo os devuelve la risa de los borrachos.

¿No sois vosotros, oh necios del festín geopolítico, alfareros ebrios que esculpís tronos de barro húmedo? Jugáis con naciones como niños con arena, olvidando que todo dominio es préstamo… y todo préstamo caduca.

Que el ayuno os purgue las venas del licor de la soberbia. Porque solo cuando la resaca de los siglos os golpee, entenderéis: la sabiduría no es un manantial, sino el sudor de quienes cavan en el desierto con manos desnudas que buscan agua en cráteres de obuses.

Sheij Ibrahim al-Hamadani
Erudito itinerante cuyas palabras son sal en la herida de los imperios


Claves Hermenéuticas del Sheij:

  1. Hybris: Desmesura griega que desafía a los dioses. Aquí, crítica a la arrogancia geopolítica de Occidente.
  2. Simún: Viento del desierto que sepulta imperios; hoy, metáfora del destino de Ucrania.
  3. Ecce homo: Obra de Nietzsche que explora la autodestrucción humana; contrapunto filosófico a la hybris occidental.
  4. Zulm: Opresión que carcome el alma (Corán 2:190-193).
  5. Jihad: «Esfuerzo» sagrado reducido a guerra sacrílega en la retórica belicista.

Las opiniones aquí expresadas pertenecen al personaje ficticio, no a sus autores reales ni al equipo editorial. La ironía es un puente, no un muro.

0 comentarios en “Carta III: Los borrachos del poder y el vino agrio de la Historia”

  1. Diego Cánovas-Cánovas

    Felicidades estimado Sheij, aunque confieso que la palabra me da un poco de repelús. Cuestión de experiencias personales,… siempre tan subjetivas.

    Como sucede con la jihad, cuyo significado auténtico se ha visto alterado por la barbarie asesina,… sobre occidentales precisamente. Esos descarriados. Aunque te agradezco que contribuyas a aclarar la confusión en el término. Ayudará en el próximo ataque indiscriminado.

    Querido Sheij, o Jeque, citar a Whitman, por aquello de celebrarse a sí mismo, no oculta el hecho de que hoy lo colgarían desde una grúa, con público asistente, en la misma Isfahán desde la que hablas. Y no por celebrarse a sí mismo, precisamente.

    También desde Irán se envían misiles y armamento, que los huties usan, con inteligencia iraní, con efectos devastadores sobre el tráfico mercante, o sus tripulaciones, o se apoya a grupos criminales, como Hamás o Hezbollah…

    Además, desde tu tierra se afanan en conseguir armamento nuclear, para su uso pacífico sin duda…

    Finalmente, querido Sheij, me queda una duda y una pregunta. No sé si existe algún país musulmán en el mundo en el que se haya establecido una separación efectiva iglesia-Estado, y eso me lleva a la pregunta siguiente: ¿En qué medida sería factible una República Constitucional en esos países?

    De ideologías, como la propia de neoconservadores, nada que comentar…

    Fraternal abrazo

  2. Estimado Sheik:
    Hablas con sabiduría de la ebriedad de Occidente, de que Europa sigue saciando su sed en su cada vez más vago reflejo, de que su oligarquía confunde directiva con destino…
    Pero, amigo Sheik, hace cuánto partiste de Isfahán??? Te ruego que regreses a galope antes de que la historia dicte sentencia sobre ti… Porque ebriedad hay en todas partes y tú solo observas la de un lado… Tu juicio es sesgado, tu cielo tiene la mitad de estrellas, en la selva solo reparas en la mitad de las bestias. Y al hacerlo te vuelves rapsoda de los otros adoradores de Kali, que como tú muy bien sabes, es la diosa de la destrucción de tus vecinos.
    Dirás, estimado Sheij Ibrahim al-Hamadani, que tú solo estás de viaje por Occidente y que solo de él hablas, pero cuando te oigo proclamar que Occidente «está vertiendo el vino de la hybris sobre las fronteras rusas» solo escucho un aedo del nuevo zar de todas las Rusias, un exagente y asesino del KGB…
    Oh, Sheij Ibrahim al-Hamadani, sé como ese discípulo de Nietzsche, Emil Cioran, que solo podía rechazar toda la Historia. Si no serás un poeta más de los ebrios del Oriente…

  3. Querido Diego Cánovas-Cánovas,
    Agradezco tus reflexiones, siempre afiladas como el filo de un shamshir persa, aunque a veces deslizadas en el zurrón de quien confunde crítica con cruzada. No te juzgo: en este carnaval de espejos rotos, hasta la razón baila con máscaras.
    Sobre la jihad, comparto tu repudio a quienes la reducen a carnicería. Pero no olvides que Occidente también profana sus propios ideales: ¿acaso no es zulm (tiranía) invadir naciones con retórica de libertad mientras se firman contratos de armas entre canapés diplomáticos? Whitman, citado no como apología, sino como espejo de vuestras paradojas. Lo colgaríais en Isfahán, sí, pero también en Bruselas por su «libertinaje poético». Hoy lo cancelaríais por woke o lo canonizaríais como mártir de la posverdad… ¡y ambos bandos se autoproclamarían paladines de la Ilustración!
    Respecto a Irán: mi pluma no defende regímenes, sino que desnuda la hybris del poder. Si Teherán forja misiles y Bruselas sanciones con tinta de doble moral, ambos beben del mismo vino agrio. El Corán advierte: «La corrupción surge por lo que las manos humanas han cosechado» (30:41). ¿Acaso los misiles duelen menos si se lanzan con hashtags de solidaridad?
    Tu pregunta sobre la separación iglesia-Estado en el Islam merece un tratado, mas te adelanto esto: en la Córdoba omeya, judíos y cristianos deliberaban en consejos consultivos (shura) mientras Europa coronaba reyes a espadazos. La Umma clásica fue comunidad, no teocracia. ¿Una república constitucional? El Islam medieval conoció contratos sociales antes de que Maquiavelo escribiera El Príncipe… aunque vosotros preferisteis el derecho divino de los reyes.
    Fraternalmente,
    Sheij Ibrahim al-Hamadani
    Erudito nómada que teje críticas con hilos de Oriente y Occidente… y aún busca un telar que no se rompa.

  4. Querido Alberto,
    Recibo tus palabras con el respeto que merece quien interroga al espejo sin temor a sus grietas. Agradezco tu fuego crítico: en el zoco de las ideas, el mejor halago es que un adversario afile su espada en tus piedras.

    Dices que mi juicio es “sesgado”, como si el viajero que describe el desierto ignorase que existen montañas. Pero acaso olvidas, sabio interlocutor, que el peregrino solo puede relatar el camino que pisa. ¿Debería callar la hybris de Occidente porque en Oriente también hay borrachos? El Corán enseña: «Quien vea una mala acción, que la cambie con su mano; si no puede, con su palabra» (Hadiz 34). Mi pluma, hoy, denuncia el festín que presencio. Mañana, si Alá me lleva a Isfahán, tal vez escriba sobre los que confunden la sharía con látigos de caudillos… aunque sospecho que ya lo intuyes.

    Tu comparación con el “nuevo zar” me arranca una sonrisa amarga. ¿Acaso crees que el que critica al cazador defiende al lobo? En mi carta sobre Moscú (¿la leíste, hermano?), describí el Kremlin como “palacio de espejos donde los zares muertos susurran consignas a burócratas ebrios de nostalgia”. Pero tú, Alberto, has caído en la trampa de vuestros think tanks: quien os señala vuestros pecados debe ser, por fuerza, apóstol del enemigo. ¡Como si la verdad tuviera bandera! El poeta Rumi advirtió: «No confundas el dedo que señala la luna con la luna misma».

    Sobre Kali y las “bestias de la selva”: en Calcuta, durante mi juventud, vi a hindúes y musulmanes compartir el mismo cuenco de arroz bajo la mirada de la diosa. Kali destruye para renovar, no por placer. Occidente, en cambio, venera a un dios más peligroso: el Progreso que devora sus propios hijos en nombre del futuro. ¿No es vuestra hybris peor que cualquier icono sangriento? Al menos los devotos de Kali saben que son mortales.

    Dices que soy “rapsoda de los ebrios de Oriente”. Permíteme una anécdota: en Estambul, hace años, un anciano sufí me mostró dos copas. Una, de oro, desbordaba vinagre. Otra, de barro, contenía agua pura. «El recipiente no hace sagrado el líquido», dijo. Hoy, Occidente es esa copa dorada que sirve veneno con etiqueta de civilización. Criticarlo no es alabar a quien bebe de cuencos sucios… es recordar que la sed de poder corrompe cualquier vaso.

    Tu mención a Cioran es perspicaz, pero olvidas que él despreciaba la historia por nihilismo, no por justicia. Yo, en cambio, creo en la sentencia del califa Omar: «Juzgadme por mis actos, no por mis discursos». Cuando la OTAN expande sus garras o Teherán sofoca protestas, ambos merecen la misma censura. Pero hoy hablo de lo que ven mis ojos: vuestros misiles tienen nombres de diosas griegas; los nuestros, de mártires. ¿No es igual de letal la hybris con acento anglosajón?

    Cierro con una enseñanza de Al-Ghazali, que en El nicho de las luces escribió: «El sabio no teme a la crítica, sino a su propia ceguera». Alberto, te invito a mirar más allá del humo de los misiles: ¿no es nuestra tarea común denunciar a todos los que confunden poder con destino, sean del Este o Oeste?

    Con la firmeza de quien busca agua en el desierto,
    Sheij Ibrahim al-Hamadani
    Erudito que señala hybris dondequiera que anide, incluso bajo turbante o corbata

  5. Diego Cánovas-Cánovas

    Muchas gracias por tu respuesta apreciado Carlos.

    No seré yo el que entre en debates contra el Islam, ni el Corán, por supuesto. Por varias razones. No era, ni es mi intención, cuando he escrito mi comentario, que se deriva de mi modesta hermenéutica, y se centra en el mensaje de proselitismo evidente, aunque edulcorado por un uso excelente de recursos literarios, en mi modesta opinión. No lo conozco lo suficiente, pero también me podría costar el cuello Carlos. Negar esto es vivir sumergido en una novela histórica, oxímoron peligroso que reviste de falso conocimiento a ignorantes (todos ignoramos).

    Puede que la Córdoba omeya se viviera un mundo pastoril en el que todas las religiones vivían en paz y armonía, estudiando el Talmud, teniendo sus misas de doce los domingos, e incluso disfrutando de un par de ríos de leche y miel, y las correspondientes huríes, como preparación para el advenimiento de la República Constitucional. Pero, querido Carlos, la realidad es que para hacer una misa funeral en los Emiratos Árabes Unidos en 1991, tuvimos que hacerlo clandestinamente.
    La verdad es que a las mujeres se las ejecuta por adúlteras en Arabia Saudí (bueno, no son chiitas, pero…), a los gays (como a mi respetado y estudiado Whitman) se les ahorca en Irán, a los blasfemos (normalmente cristianos) ya sabemos lo que les pasa en Paquistán, a mi compañera turca, Corbeta de Corbeta turca le escupían en su pueblo por no cubrirse el cabello en la calle (hoy está exiliada en el Gran Londres, junto a su marido, también ex oficial de la Armada turca, y sus hijos).
    El planteamiento maniqueo forzado no es más que otra prueba evidente de la intencionalidad evangelizadora Carlos. No es necesario construir una máscara en un encuadre religioso para criticar a «occidente». De hecho, lo hacemos a diario sin llevar un rosario en el bolsillo.

    Te diría que tuvieras cuidado con las máscaras, puesto que al final poseen a los que las utilizan, pero sería faltarte un poco al respeto. En realidad, puede que no sea una máscara, sino tú mismo, evidencia clara y contundente de la transversalidad del MCRC (aunque eso de «vosotros» y «nosotros» me descoloca un poco en nuestro contexto, he de confesar), desde donde luchamos para alcanzar la democracia formal en España. En Irán, o en cualquier país musulmán…pues está por ver. Resultará un arduo trabajo para el Sheij, aunque más que probablemente el objetivo en aquellas latitudes es una Umma mundial más que una República Constitucional como forma de Estado, acogiendo a una democracia formal como forma de gobierno.

    Fraternal abrazo Carlos!

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