Creando la voluntad popular

Voluntad popularEs un viejo clásico, cuyo origen se remonta a la revolución francesa, y mas concretamente al poeta y filósofo ilustrado Rousseau, el hablar de la «voluntad general». Esto, trasladado hasta nuestros días, se manifiesta o traduce como «la voluntad popular» o bien «lo que quiere la gente» de forma más llana y más vulgar.

Rousseau, en su obra ‘El contrato social’ nos dice: «toda justicia viene de Dios, sólo Dios es la fuente de la misma; pero si supiéramos recibirla de tan alto, no tendríamos necesidad ni de gobierno ni de leyes» Buscaba así encontrar fundamentos a lo político que no proviniesen de lo divino (algo que concluiría bastantes décadas mas tarde y de forma tajante Nietzsche). Sin embargo, el resultado es el de sustituir un concepto que él define como proveniente «desde tan alto«, es decir metafísico, por otro de índole igualmente espiritual y etérea como es la «voluntad general» de un ser colectivo y soberano. Si tomamos en cuenta el pensamiento de Carl Schmitt, heredero de las premisas de Rousseau, la fuente última de la soberanía sería la del poder legislador: lo que el jurista alemán llamó «Estado legislador» y que en España se encuentra sometido a la oligarquía de los partidos y a los diputados nombrados por los jefes de los partidos. Es decir, un poder no en manos de la clase gobernada (el «demos» griego) ya que esos diputados de lista no son representantes de los votantes, sino empleados del oligarca que los sitúa ahí. El propio Jean Jacques Rousseau admite que «para dar leyes a los hombres, harían falta dioses»[^1] lo cual ya denota, en cierta medida, la falta de convicción en sus propios argumentos y con esto, un retorno a lo metafísico en un diálogo circular.

A este respecto, sostiene Schmitt que «La congruencia y la armonía preestablecidas y presumidas entre derecho y ley,  justicia y legalidad, objeto del derecho y procedimiento legislativo, dominan, hasta el último detalle, la idea del derecho propia del Estado legislativo. Solo así ha sido posible someterse al imperio de la ley precisamente en nombre de la libertad, borrar de la tabla de derechos de la libertad el derecho de resistencia y conceder a la ley aquella preeminencia incondicionada que veía en el sometimiento del juez a la ley una garantía de la independencia judicial«[^2] Es decir, que todo derecho de rebelión y de huelga debería ser erradicado ya que en un contexto de «voluntad general legisladora» esos derechos carecerían de sentido (lo cual permite explicar la deriva nacionalsocialista del iusnaturalista y su conclusión en el «Estado total», que pretende superar las premisas del liberalismo)

El problema de esa supuesta «voluntad general», que no es sino una metáfora poética, (resultante de la traslación de un concepto individual como es el de la soberanía hacia un colectivo, el demos), y que no tiene una correspondencia en el mundo de lo real, tangible y medible, es que cuando se cree en ella, de forma religiosa y con verdadera fe, permite que otras personas, los que se auto proclaman como emisarios de esa voluntad y verdad suprema, se conviertan en hábiles embaucadores a los que las masas pueden seguir sin cuestionar nada. Al fin y al cabo, si existe una persona que conoce esa «voluntad popular» ¿por qué no seguirla? Es lo que quiere «la gente» y todos buscamos ser normales para no ser excluidos.

Una vez implantada esa idea (que como como digo tiene su origen en la raíz misma de esta Europa decadente que contemplamos y que contamina todo el pensamiento posterior) es muy sencillo para el poder establecido, a través de sus medios de propaganda, manipular a las masas y pastorearlas como a ganado ovino hacia su redil. Basta con publicar encuestas, sustituir la opinión pública por la opinión publicada, (hábilmente manipulada) y se obra el milagro: «lo que quiere la gente es tal o es cual cosa y usted, si quiere ser normal, si quiere ser como el resto de la gente, lo que debe hacer es aceptarlo e integrarse». El lingüista y filósofo Noam Chomsky apunta acertadamente hacia esta cuestión «The smart way to keep people passive and obedient is to strictly limit the spectrum of acceptable opinion, but allow very lively debate within that spectrum….«[^3] , pero el debate del que él habla, se vuelve monocorde y exiguo sin remedio en la España irrespirable en la que vivimos. Naturalmente, él se manifiesta desde un paradigma político radicalmente distinto. Aquí, la divinizada «voluntad general» termina imperando para nuestra desgracia. Chomsky resulta por tanto ininteligible cuando es observado desde un marco político y social que no se corresponde con las premisas de la libertad que fundamentan el sistema en el que él vive y donde la oligarquía, eventual y accidental, es un resultado y no un punto de partida. La poliarquía de la que hablaba el profesor de Yale, Robert Dahl[^4] .

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Por todo ello, lo que forma parte de la esencia misma del fascismo y que resulta de los regímenes partidocráticos, como el existente en España, es la integración de las masas en el Estado. Es a través de esa voluntad general integradora, abanderada por una casta política de auto-proclamados portavoces, como el pueblo o la nación se ven sumidos y sometidos a la voluntad única de la potencia estatal que dicta los valores, las ideas, la moral y la cultura que deberían adoptar la clase gobernada: los súbditos. Es algo que también el marxista Antonio Gramsci, sometido a la tiranía del régimen de Mussolini, analizó en su estudio sobre el poder y la hegemonía: la cultura, en manos del Estado, es efectivamente fascismo. Los motivos y las motivaciones por los que esto resulta así, creo que resultan evidentes.

Volviendo a Schmitt, y su punto de partida rousseauniano, en tanto los que forman parte del pacto social se entregan al todo, no pueden oponer resistencia o contradecir lo dictado por la voluntad general. Ésta sería siempre recta, por lo que todo derecho de resistencia del individuo carecería de sentido. Esto nos lleva hasta el pensamiento de la filósofa Hanna Arendt, que hace considerar que en este planteamiento, que parte de la elección del enemigo unificador que dirige los propósitos de la nación y su supuesta «voluntad general», tal adversario no sería externo sino interno. Elimina la posibilidad de todo pensar y la conversación interna que todos debemos tener con nosotros mismos, dada nuestra constitución de naturaleza dual (dos-en-uno[^5] socrático-platónico).

«La famosa soberanía de los cuerpos políticos siempre fue una ilusión que, además, no se puede mantener más que con instrumentos de violencia, es decir, con medios esencialmente no políticos. En condiciones humanas, que están determinadas porque en la Tierra no vive «el hombre» sino «los hombres», la Libertad y la soberanía son tan distintas que ni siquiera pueden existir simultáneamente. Cuando los hombres quieren ser soberanos, como individuos o como grupos organizados, deben rendirse a la opresión de la voluntad; ya sea la voluntad individual, con la que uno se obliga a sí mismo; ya sea la «voluntad general» de un grupo organizado. Si los hombres quieren ser libres, deben renunciar precisamente a la soberanía.

“Entre el Pasado y el Futuro” (pág. 259) – Hanna Harendt (gracias a Paco Corraliza por el apunte)

Al pretender Rousseau y Schmitt un planteamiento de un cuerpo político en unión tan estrecha y de voluntad unificadora, impiden que los individuos tomen la distancia debida y puedan pararse a reflexionar sobre sus propias acciones. Toda pluralidad quedaría entonces eliminada. Una deidad corporeizada como masa amorfa, engalanada con su falsa corona de soberanía, y que forma parte del eterno error europeo: la obsesiva premisa de igualdad abstracta que conduce al desastre una y otra vez, como bien se ha encargado de demostrarnos la historia. La voluntad de que las cosas sean así o asá y con ello el desconocimiento absoluto y total de lo que es la democracia como forma de gobierno que garantiza la libertad política material. Una equivocación grave, cuyas consecuencias son las de producir una sociedad civil sumisa e inerme, incapaz de innovar o desarrollarse plenamente y con ello producir nuevas ideas. Los que buscaban a Dios en el propio hombre, terminan por condenarlo a la irrelevancia, negando así su capacidad para imaginar, enfrentarse a retos y conducirse a través del imprescindible caos que produce el universo que nos rodea. Esto es un aspecto que, científicamente, nos haría retroceder hasta el mecanicismo newtoniano y por ello sería extenso desarrollarlo en este modesto artículo; pero en esencia, lo que produce no es otra cosa que la negación de la libertad, para someterla al demonio determinista de Laplace. Una búsqueda de la infalibilidad que, como bien apuntó Benjamin Franklin[^6] , supone perder la libertad y la propia seguridad que se perseguía. Este dualismo constante en la historia humana de libertad-seguridad lo resuelve de forma elegante y eficiente la democracia formal, analizada y desarrollada extensamente por Antonio García-Trevijano en su obra, mediante un sistema retroalimentado por si mismo y basado en el eje libertad-verdad. Algo que concilia, en último término, lo divino y lo humano, el orden y el caos, que permite que coexistan Tomás de Aquino y Hegel, «la verdad os hará libres» o «la libertad os hará verdaderos» y con ello, y  también en último término, Platón y Aristóteles. Ambiciones enfrentadas a otras ambiciones que diría Madison[^7] . Quizás pueda ser calificado por algunos como una búsqueda del Perpetuum mobile, pero incluso así, de indudable eficacia a largo plazo frente a las alternativas existentes.

Y ahora nos encontramos con esta España que ha fracasado donde, ignorando el infectado pensamiento que hace aburrirse a Europa de sí misma, hay quienes dicen y repiten con enfermiza insistencia: «la voluntad popular existe y el que no vea esto es que necesita gafas». Y se está con ello apelando a un sentimiento excluyente. Lo que viene a ser algo así como: «si no lo ves, el problema está en ti porque necesitas integrarte, eres raro y eres diferente a los demás…». Es decir, una vez mas se pretende que cualquiera que no pueda ver o comparta ese supuesto «interés de la gente» o «voluntad popular», es porque es un inadaptado y no se quiere integrar (como masa fascista) en la normalidad anormal que el agente religionario de un partido estatal está tratando de crear. Hemos pasado de la teocracia a la política religiosa, en donde el jefe de partido se convierte en sacerdote de enfervorecidas masas. La mediocre «izquierda» con la que este régimen nos propina, sigue siendo, esencialmente, nacionalcatólica (o estatal-voluntadpopulista que viene a ser lo mismo). Una metafísicamente imposible izquierda estatalista, contraria a su naturaleza histórica, y por ello igualmente fascista.

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Mensaje en Twitter de la facción estatal Podemos

Es algo como la fábula del Emperador desnudo. Nadie se atrevía a denunciar su condición de desnudez aunque todos la observaban, todos callaban por temor al poder. Hasta que un niño, inocente, sin prejuicios, sin temor, expone la cuestión evidente ante los demás.

El emperador está efectivamente desnudo y trasladando esto hasta el asunto que nos ocupa, podemos decir con voz bien alta que no existe la «voluntad general» o «voluntad popular» o «lo que quiere la gente». Ni vieja, ni nueva voluntad. Ni creada desde el Estado, ni creada desde cualquiera de sus facciones.

La oligarquía entonces, retorna una y otra vez a la condición previa de dictadura, que en el caso de España, debido a la ignorancia del general Franco y su poca determinación, no alcanza, afortunadamente, las cotas de totalitarismo que se dan en otros lugares. La constante pretensión de Rousseau de trasladar la corona del monarca al pueblo en su conjunto, la idea de soberanía entendida de esa forma, es la que produce la monstruosa aberración de todo el pensamiento derivado posterior. La revolución francesa tomó como mentor al soñador suizo, ignorando la fina inteligencia de Montesquieu al que consideraron «poco moderno» por el simple hecho de ser defensor de la monarquía y por ello, despachado con ligereza, sin otra consideración mas allá que la de formar parte del «ancien règime«.

https://www.youtube.com/watch?v=I16iclSdyJk

 

Y ahora corran… corran todos a votar! (la «voluntad general» les llama)

 

Dedicado a la memoria del incansable repúblico y luchador por la libertad política colectiva que fue Ignacio Bastos (aka Maese Iñiguez)

[^1]: CF Contrato Social II, 7

[^2]: Legalidad y legitimidad, pgs.28-29

[^3]: The Common Good (2002)

[^4]: Democracy and Its Critics (1989)

[^5]: Thinking and Moral Considerations (1971) y Ensayos de comprensión (1930-1954)

[^6]: «Aquellos que renunciarían a una libertad esencial para comprar un poco de seguridad momentánea, no merecen ni libertad ni seguridad» Asamblea de Pennsylvania en respuesta al gobernador (noviembre 1755) «Votes and Proceedings of the House of Representatives, 1755-1756″

[^7]: The Federalist Papers nº 51

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