La necesidad de Chile como actor de la revolución hispana

El ciudadano de a pie está imbuido en el desconocimiento propio y el de la historia que le precede, motivo por el cual toda revolución no es entendida ni en sus límites ni en su profundidad. Sin embargo, algo quiero decir hoy a este respecto tras el rechazo del pueblo de Chile a la nueva constitución.

Es ese ciudadano convertido en masa el que es guiado como el burro por la zanahoria en los regímenes políticos que sufre a día de hoy, regímenes que mejoran lo precedente, pero son incapaces de eliminar la ecuación de la tiranía del juego político.

Uno se llama de izquierdas o derecha en base a la costumbre, y es la costumbre la que al ser aceptada desde la niñez y mantenida en el tiempo evita el sano ejercicio de la libertad propia, la del pensamiento crítico y elevación de la razón al más alto grado. Estos se etiquetan a sí mismos por una identificación de valores que estiman como propios, identificación que tiene su papel en la proclama de los partidos políticos, conforme al interés de éstos y con ausencia de aquellos valores éticos que no les son propios, al ser propiedad inalienable de todo el género humano. Estos valores son los de la libertad, la igualdad, la justicia, el progreso y tantos otros que aparecen como más concretos, así cuestiones relativas al aborto, el feminismo, la inmigración, etc.

Sin comprender el juego de la polarización, el ciudadano se ve inmerso en la rueda del hámster; corre sin cesar y eleva su pasión a la del movimiento, pero el giro nunca le mueve del sitio. Todo cambia para quedarse exactamente igual, todos son polarizados mediante el miedo para llegar a la parálisis del momento, o al movimiento extremo que les hace correr convertidos en masa al lugar donde de forma previa y planificada se estimó como de interés para el poder político. Es esta polarización, este mecanismo de división social, la razón principal por la que los individuos luchan entre sí en nombre de aquellos con los que tendrían que luchar si hicieran uso de su razón. Es el siervo en liza con otro siervo, incapaces de ver su sometimiento voluntario a sus señores, los cuales buscan el roce ajeno en interés propio, porque el señor tiene poder para defender su interés que no confluye con los intereses del siervo carente de poder.

No hubo nunca contienda racional entre familias y amigos más allá de la disputa jurídica, sino que fue enteramente emocional y azuzada en la voluntad del poder. Aquella lucha histórica razonable que llega hasta el día de hoy se basó desde los primeros tiempos entre los de arriba y los de abajo; entre amo y esclavo, patricios y plebeyos, burgués y proletario. Todas estas luchas quedaron consumidas transformando a las sociedades, hasta llegar hoy de forma clara a la lucha más avanzada de todos los tiempos, la clase política y el ciudadano.

La primera izquierda surgió en la Revolución francesa, momento en el cual puede comenzar a hablarse de movimientos de izquierdas o derechas, pero nunca antes. Una izquierda que ve a los estamentos y cuerpos sociales como opresores, y los atomiza para el intento de su transformación en ciudadanos sujetos a derechos y libres e iguales, y esto no por una cuestión religiosa, ya que el que responda al orden de la creación o a la evolución es indiferente. Por eso en 1792 la monarquía francesa se ve sobrepasada en el campo de batalla y bajo las tropas de Kellermann en la batalla de Valmy, por primera vez el pueblo grita «¡Viva la nación!» en lugar de «¡Viva el rey!» Surgen así no solo los ciudadanos, sino la nación política, aquella que coge el legado del pasado convertido en patria, y dispone del derecho a ser libre al separar ya de forma inequívoca los conceptos de Estado y nación; de barco y remeros, de nave y tripulantes, de máquina e individuos. Es el paso mediante la revolución del Antiguo Régimen al nuevo.

Las revoluciones buscan el cambio de paradigma respecto al Estado, y esto es lo único objetivo para evadirnos de la falsa dicotomía de definir una de las izquierdas como lo contrario de la derecha. Porque si nos basamos en cuestiones ajenas al Estado, se cae en el abismo de la incomprensión. Como ejemplo definir a una de las izquierdas por su progresismo, forzosamente hace definir al régimen franquista como progresista, pues desde el año 36 hasta la muerte de Franco es innegable un progreso social, económico, y otros en el ámbito material que le sujetan a la palabra «progreso» de forma clara. Y el franquismo no es una de las izquierdas, sino pura derecha en el sentido de Estado; la intención de volver a transformarse en el Antiguo Régimen, de basarse en la tradición de someter a los individuos, de la contrarrevolución en último término. Tampoco sería coherente definir un movimiento de izquierdas en base a libertades civiles, pues el comunismo-leninismo es enteramente de izquierdas y supone una revolución respecto al nuevo Antiguo Régimen basado en la burguesía, pero necesita eliminar libertades civiles para poder llevarlo a término.

Leyendo la obra de Gustavo Bueno uno se percata de que la distinción de un movimiento en izquierdas o derechas no puede ser binaria, sino que existen maneras de que un movimiento sea de izquierdas o derecha según el momento histórico. Inclusive que pueda ser ambas cosas. Es clara su definición de la izquierda liberal, que no solo da derechos e iguala ante la ley a los ciudadanos de la península y los del otro lado del charco durante la época de gran potencia de España, sino que lucha y derrama su sangre en la guerra de la Independencia contra el invasor francés. Es esto lo que los define como izquierda liberal y cómo surge una revolución española que atomiza los estamentos y cuerpos políticos y sociales en ciudadanos, llegando hasta la Constitución de La Pepa (1812) como revolución respecto al Antiguo Régimen absolutista. Se siguen definiendo como una generación de izquierdas tras la victoria contra el ejército francés, al no aceptar el reconocimiento del monarca Fernando VII (de vuelta a sus dominios en España tras ser apresado durante la guerra de Independencia de España) como rey absoluto al que deber pleitesía, teniendo en sus filas a militares que emulan lo espartano como el Empecinado, que además de luchar y dejar su alma desde las guerrillas contra el ejército napoleónico, también es contrario al traidor de la patria española Fernando VII. Proclamando su virtud en 1825 es apresado y muerto por orden del monarca al que no dio reconocimiento.

Ésta y no otra es la visión de las izquierdas y derechas desde su relación con el Estado, por eso con justicia puede ser definida esta izquierda liberal en ese momento, y derecha los defensores del monarca. Sin embargo poco tiempo después surge una nueva generación de izquierdas basada en el marxismo, una izquierda bajo la visión de la opresión de burgués y proletario, que tiene la reacción opuesta de la izquierda liberal, transformándose esta así en derecha liberal. Significando ya desde ese momento ambas cosas al mismo tiempo, izquierda y derecha, demostrando la falsa acepción de los términos basados en valores éticos que son causa de la indefinición que reina hoy en día, de la causa de división social del siglo XXI por aquellos que buscando únicamente el poder político, dividen los cuerpos sociales que tienen la capacidad de arrebatárselo. Así queda demostrando como la justicia social sino va más allá de las palabras, significa en realidad injusticia social. Así es como la justicia social sobre los súbditos, no es justicia sino puro sometimiento, como aquel que se dice justo al tirar comida a los animales durante su visita al zoo, pero mantiene su poderío absoluto libremente sobre los que se mantienen detrás de barrotes impuestos. Así se ve como la socialdemocracia no tiene fundamento revolucionario, como de izquierdas objetivamente definidas se llega hasta izquierdas indefinidas, extravagantes, divagantes y fundamentalistas que mantienen el yugo del poder sobre las ansias de libertad, o que apagan esas ansias con esmero al autodefinirse de forma torticera y chapucera como de izquierdas.

Se ve de esta forma la falsa dicotomía, la apropiación de los valores ajenos por el poder político hasta llegar al punto del ciudadano autómata, donde se tildan de izquierdas o derechas sin saber lo que son realmente. Donde un partido político pone en sus títulos progresista como palabra que intenta apropiarse y no le define en ningún caso, u como otro utiliza la palabra liberal y se basa en el estatismo absoluto. O como unos defienden el sufragio universal arrogándoselo como valor de izquierdas cuando es una conquista de los liberales. O como unos fomentan la división territorial y el guerracivilismo cuando la autodeterminación de la nación política es conquista de movimientos de izquierdas. Podríamos seguir una eternidad con paradojas que deben hacer ver a cualquiera que cuando la irracionalidad se eleva a virtud, la sociedad civil muere bajo la confusión de la desvirtud.

Pero hoy era un momento propicio para estas letras, pues sentiréis cerca la revolución que ya está llegando. Se huele en el ambiente como lo que precede a la tormenta, comienza a sentirse en los poros de la piel, y en un momento dado la veréis ante vuestras propias narices teniendo que tomar partido de forma razonada. Porque el llamarse hoy de izquierdas o derechas no tiene razón de ser cuando se es el súbdito sin libertad política, cuando se es el siervo voluntario, cuando en la defensa de valores propios uno no se percata de que aquel que estima como enemigo momentáneo comparte sus valores o difiere de los mismos en bajo grado. Hoy no existe izquierdas ni derecha, sino el sometimiento de un régimen político basado en la tiranía. No existe revolución ni contrarrevolución, sino momentos electorales en los que la polarización asegura una buena jornada de pesca. No existe virtud alguna cuando el partido político se arroga ideales morales o éticos y los contrapone a su adversario para la generación de facciones en pugna.

La tiranía es cuando un gobernante hace lo que quiere hacer de forma legal, porque tiene la potestad de hacer leyes, ejecutarlas, y además tiene manejo de lo juzgado. Porque acumula el poder de forma absoluta en último término. Pero inclusive hemos llegado al punto del despotismo, que se define por el gobernante que puede hacer algo por encima de la ley. Y como ejemplo catalizador, son indiferentes y subjetivas las apreciaciones de las medidas acaecidas durante la pandemia que ha golpeado recientemente, son indiferentes las opiniones sobre las cuestiones sanitarias cuando se está hablando sobre el poder político; lo que sí es objetivo con independencia a lo anterior es que hay gobernantes que pueden actuar por encima de la ley, más allá de la ley, sin que esto conlleve responsabilidad alguna, y esto es la definición de despotismo.

Está naciendo la revolución del Siglo XXI bajo la influencia de una nación que desfallece como la española, y sin embargo es el momento cercano a la muerte el que consigue revitalizar al cuerpo o dejarlo ir hasta el olvido. Es este momento el que estamos viviendo, el de la revolución de la libertad política de España, que apunta a la tiranía y quiere implementar la separación de poderes en el Estado. Momento en el que surge una izquierda pura, una definición clara respecto al Estado, en la que la atomización incompleta de las sociedades en ciudadanos se quiere completar con el principio representativo que vehicule las voluntades de los ciudadanos hacia los gobernantes. Ambas cuestiones darán a luz a la primera democracia del siglo XXI y a la séptima generación de izquierdas de la historia. La revolución hispana es del mundo por el número de ciudadanos que contiene, y al mismo tiempo no puede venir de otro lugar que el propio, por la lengua y culturas compartidas, por la historia que les precede de forma genealógica. La Revolución francesa hizo para el mundo la diferencia entre Estado y nación y generó a los ciudadanos incompletos faltos de libertad política, la nueva generación de izquierda definida va a transformar al ciudadano incompleto en ciudadano libre, y al Estado sin control en Estado controlado por la nación política.

Recientemente los chilenos han rechazado una constitución, que en España ha sido bastante defendida por los poderes mediáticos. Y la han rechazado bien, al quedarse con algo malo y evitar aceptar voluntariamente algo peor. El problema es que no entendieron que los procesos constituyentes, como la transición española del 78, son movimientos que hacen que el poder se transforme para sostenerse. Los procesos constituyentes son promovidos por el poder político, y en interés del poder político, pues nadie se da un tiro en el pie de buena gana. Es la sociedad civil más allá del partidismo político, de la falsa dicotomía de izquierda y derecha la que tiene capacidad de constituir su Estado y sus reglas que les capaciten para ser enteramente libres e iguales. Y el que lo niega, lo hace por desconocimiento de la historia que parió la Revolución francesa y la guerra de Independencia de EEUU respecto a la corona inglesa. El que lo niega a sabiendas, se basa en mala fe.

Tengo la convicción de que el mundo hispano va a cambiar, y la revolución de la libertad política de España no sólo va a alumbrar a la primera democracia moderna del mundo, sino que verá nacer la Confederación Hispánica como nuevo actor geopolítico en el ámbito internacional. Esto no sólo tiene sentido, sino que es propicio para que las naciones de América del Sur y la nación española se quiten el yugo de los Estados que las oprimen y al mismo tiempo alcancen la libertad sus ciudadanos por vez primera en su historia. España está falta de una gran revolución, que se presume pacífica al transformarse los Estados dictatoriales basados en la fuerza en oligarquías basadas en el engaño, y en América del Sur corren aires de cambio pero aún los hombres del tiempo no saben discernir en qué dirección sopla.

Y no es difícil ni complicado aquello que tiene un camino visible y donde se ve desde lejos el puerto al que se quiere llegar, sino que requiere únicamente de la voluntad de caminarlo. Todo hombre y mujer somos borregos en distintas cuestiones vitales, porque el sesgo es inherente a cada uno de nosotros, aunque no esté de forma presente y palpable en todas las cuestiones vitales al mismo tiempo y de forma compartida. Pero mantenemos un sesgo histórico compartido, un velo que hace la penumbra, unos árboles que impiden ver el bosque en conjunto. Se requiere verse y saberse siervo primero, para conseguir la libertad de todos después. Se requiere sobreponerse al letargo para estar despierto, o nacer cuando uno está muerto para tener la vida en libertad. Se necesita apuntar a la luna con el dedo, y que el vecino mire a la luna y no al dedo. Se llama despertar de la conciencia política, y la bola de nieve ya está en marcha, se hará grande, y quieras o no tendrás que moverte a uno u otro lado, pero serás con seguridad movido a un lugar distinto al de la rueda del hámster.

Huid pues, de aquellos que se llaman de izquierdas y atacan a la nación política como sujeto de derecho capacitado para darse la ley, huid de aquellos que buscan confederaciones internas que requieren la destrucción del sujeto político para luego juntar las piezas o repartirlas al mejor postor, huid raudos de aquellos que usan palabras bonitas emulando cantos de sirenas al mismo tiempo que sus recursos y poder crecen en proporción contraria a los individuos faltos de libertad política, huid de la falsa dicotomía de izquierdas y derechas que ponen el freno a la razón que nos hace humanos y distingue de los animales, huid de la polarización y división social que se basa en el divide y vencerás táctico de las acciones militares, huid de las ideas hegemónicas vendidas en todos los medios de televisión y prensa que ablandan las neuronas y adquieren vuestras almas sin contraprestación alguna, huid de aquellas personas que definen la derecha como valores tradicionales religiosos cuando las sociedades occidentales ya se basan en una moral cristiana con independencia a que se sea creyente o practicante, huid de aquellos que abrazan el multiculturalismo de culturas históricamente incompatibles, huid de aquellos que utilizan las fronteras territoriales como arma de acción política que solo conseguirá destruirlas.

Huid pues a lugar seguro, bajo la guía del conocimiento político y la luz de la libertad nos encontraremos todos juntos a la vuelta de la esquina. Algunos somos pacientes y os estamos allí esperando, manteneos tranquilos, no nos vamos a mover.

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