Personas versus dígitos

Web 3.0 (foto: Petits et Maman) Personas versus dígitos   La presentación por los caminos de España de esa obra cumbre de la Ciencia Política, el rigor intelectual, el pensamiento y el sentido común que es el libro 'Teoría pura de la República' de D. Antonio García Trevijano está constituyendo un importante despertar para muchísimos españoles. No se está quedando sin la relevante repercusión ciudadana que merece, como quisieran aquellos dedicados desde la Transición a esconder verdades, manipular lenguajes y conjugar eufemismos, fórmula para mantener nuestro país preso de un sistema que, léase como se lea, ha arrojado dos consecuencias incuestionables: una corrupción infame y brutal en las esferas de poder y un desastre económico evidenciado por una epifanía reveladora del despilfarro, el endeudamiento, el tráfico de influencias y la malversación del dinero público. Tanto es así que los eslóganes triunfalistas de unos cuantos indocumentados –'En un año lograremos el pleno empleo', 'España tiene un gran peso en el mundo', 'Crecemos en el Estado del Bienestar', 'Nuestra economía y nuestro sistema de Seguridad Social y Pensiones son sólidos', 'Saldremos los primeros de la crisis'– esos eslóganes, todos, han quedado como muestra patente de que, cuando a los fariseos inútiles y flojos de cerebro se les dan galones, pueden organizar, y de hecho organizan, delirantes vodeviles de los que veremos cómo logramos salir.   Jamás en el análisis pierdo de vista que el genio intelectual, la eliminación del oscurantismo, la legitimidad de las argumentaciones y las soluciones a través de la acción tienen un destino final: el ser humano. En muchas ocasiones, D. Antonio ha hablado de la sensibilidad y bonhomía de aquellos a quienes han cantado nuestros más grandes poetas, frente a los que ha denominado y considerado 'peligrosísimos catetos de ciudad'. No está reñida la altura intelectual con el proceder de los hombres de bien que no tienen ni en la erudición ni en la cultura su fuerza. Al contrario, son la sabiduría y el sentido común, que sí los tienen, los que proporcionan puentes de entendimiento que van bastante más allá de las palabras.   No voy a entrar ahora en las génesis y notables diferencias entre la Revolución Americana y la Francesa, que de ello ya se ha encargado con una excepcional brillantez de miras D. Antonio. Pero sí voy a aprovechar algunas, más bien sólo una, de sus consideraciones, para arrimar el ascua a mi sardina. Una sardina llamada lenguaje y que considero vector importantísimo tanto para presentar una actitud crítica frente a la mentira y observar el escenario social en su verdadera dimensión, cuanto para llevar el sistema político hasta la moral, la ética, la emoción, el sentimiento y también el carro de la compra.   Mr. Jefferson tuvo en su tiempo la noble idea de acudir al 'Sensus Communis' de Shaftesbury para que el texto de la Declaración de Independencia norteamericana llevara en vez de un párrafo referido al dererecho del hombre 'a la propiedad privada', uno mucho más ambicioso y cercano a la esencia de los seres humanos: ''The Pursuit of Happiness", la 'consecución o búsqueda de la felicidad'. Hablaba de lenguaje -yo, no Jefferson- de tal modo que la simple inclusión de aquellas tres palabras abrió todo un universo moral donde debían convivir las virtudes de una sociedad que se pretendiera sana. Por contra, el derecho a la propiedad privada hubiera podido quedarse sólo en una visión mercantilista de la convivencia. Luego, al fin, no es casualidad alguna que la democracia de los EEUU sea el sistema más completo y compensado para regular las interacciones dentro de una comunidad. Con los relativismos que ustedes quieran, de los que, no obstante, es fácil desprenderse por 'anecdóticos' si efectuamos una comparación entre el sistema político norteamericano y la oligarquía partitocrática española. "Night and day you are the one …", cantaban Sinatra y Ella Fitzgerald, refiriéndose obviamente al amor y no a la política. Yo coloco aquí this song porque quiero, porque me encanta el jazz y porque disfruto con la osada extrapolación de todo aquello que un intelecto resista.   No es sin embargo internarme por los caminos del swing o el be bop la intención de estas letras, sino volver a insistir, a partir de lo relatado sobre la Revolución Americana, en la infinita importancia del lenguaje en la vil manipulación de los ciudadanos. Y en la conciencia de ello por parte del poder corrupto, que abandona el arte del gobierno para entregarse a las 'tecnicas de dominación' con el objetivo de jamás abandonar ese Gobierno. Algo estúpido, paradójico y criminal para los ciudadanos. Y vuelvo a extrapolar, esta vez con mayor cordura. Regreso a New York, New York, aunque en esta ocasión no les diré que también la cantan Frank y Tony Bennet.   Si observamos el panorama informativo en este país, donde una muy apreciable cantidad de información es desinformación, media verdad, eufemismo o tópico, se darán cuenta ustedes de que por aquí Jefferson ha tenido bajos índices de audiencia. Ya saben que en España la calidad se mide por la cantidad -alarmante pirueta- así que no les cuento aquello de las moscas y su dieta. Observemos, digo, como la persona, el ser humano, ha sido sustituido por el dígito y las decisiones políticas no se toman en función de las relaciones entre poder y ciudadanía, uno en los antípodas de la otra. Se toman colocando sobre la mesa informes de terceros, llamados sondeos, barómetros o encuestas, que barajan cifras, combinaciones aleatorias, números de teléfonos, direcciones, niveles económicos, interpretaciones y aconsejan direcciones a seguir. El hurón rastrea el territorio, una pequeña parcela basta, y le comunica a la hiena por dónde se andan moviendo los conejos. Estoy seguro de que sería capaz de hacer reír al querido y ausente Miguel Delibes con estas consideraciones cinegéticas, yo, que sólo cuento con los Colt de mis hijos. Pero la cosa no tiene gracia alguna. Al convertirse la persona en número, ese 'Pursuit of happiness' queda absolutamente desnudo. El lenguaje, señores, es pensamiento.   Si con el bisturí del Dr. Frankestein al ciudadano se le separa de sí la esencia, aquello que lo constituye en lo más profundo y hace persona, queda reducido a un peón que puede moverse fácilmente por el tablero previamente establecido al efecto. Y una de las cosas que desaparecen de inmediato con esa cirugía nacional-socialista son, a mi juicio, las emociones. Aquellas regidas por la parte del cerebro encargada de las decisiones, aunque luego puedan pasar y pasen por el tamiz del intelecto. En situaciones de crisis, todo se complica y va más allá, de tal manera que la irritabilidad y malestar del pueblo hay que compensarlos con un continuo bombardeo numérico que impida al hombre ser hombre, a la mujer, mujer, y, consecuentemente, su relación, organización y respuesta a la opresión. Es preciso colocar más hurones en circulación para que no se desmanden los roedores lagomorfos.   Cada día, una guapa presentadora envuelta en un atractivo decorado les informará, incluso con una sonrisa, de cómo va nuestra economía y nuestra política, por supuesto en los términos fijados por los jefes de informativos y editores después de recibir las notas de prensa de los gabinetes oficiales y pasarse toda la mañana con el móvil en la oreja para luego no tener que pasarse el resto de la vida sin trabajo o venirse a menos. Servidumbres de la libertad de expresión. Como un mantra demoníaco, sus oídos se irán acostumbrando a cifras y tantos por ciento convenientemente deshuesados. Ese mantra interminable logrará eliminar sus emociones, así que cuando escuche que el 23% de la población está en paro (siempre es mejor el tanto por ciento que el numeral explícito), sus sentimientos estarán convenientemente amarrados. Probablemente, se limitará a decir: “¡Joder, vamos cada vez peor!” o le dedicará una caricia verbal al presidente del Gobierno y acercará el plato al fregadero, que el hombre debe participar en las tareas del hogar. No tendrá sin embargo unos minutos para la indignación. Para pensar que detrás de dos cifras aparentemente asépticas se encuentra uno de los mayores dramas personales y sociales que se puede sufrir. Per se y por lo que conlleva. No pensará tampoco en que nos gobierna una oligarquía de partidos, ni que en el Parlamento no reside la soberanía popular, ni que no existe la división de poderes, ni en el desquiciado Estado de las Autonomías, ni en el despilfarro del dinero público…Tras unos minutos para la publicidad, de nuevo en la mesa para el segundo plato, escuchará, si tiene esa suerte, que nuestro país alberga más de 9 millones de pobres. Obviamente, no habrá imágenes porque el informativo dura lo que dura. No le quedará más remedio que exclamar ; “¡Menuda putada, y eso que dicen que son socialistas!”. Sin embargo, tampoco habrá tiempo para convertir los dígitos en personas. Esos 9 millones sobreviven con un par de dólares al día, menos de dos euros. ¿Y dónde viven? Vaya usted a saber … Y como ya saben que tras las noticias viene el programa sobre el corazón -se supone que el mismo de antes, ya que la ciencia no contempla un ser humano con dos corazones– no les canso más. Corrupción, deuda, panorama internacional, guerra con Libia y todo eso lo damos por bueno. Buenas tardes y esperamos volver a verles en la edición de la noche.   Señores, acabo: la oligarquía de partidos no sólo ha convertido a España en un erial y colocado a los españoles junto a las letrinas. Día tras día, son muchos los que trabajan (?) para arrebatarles las emociones, los sentimientos, la capacidad analítica, la solidaridad, la ciudadanía, la representatividad, las ilusiones. Un repugnante proceso deshumanizador con el que no sólo se llevan nuestro dinero sino nuestra vida. ¿Se acercarían ustedes a una urna colocada por esos sujetos para perpetuarse en el sillón? Yo no. Yo no juego ni con mi dignidad ni prescindiré jamás de ejercer como persona. De la abstención activa no les hablo. Es cosa suya. De ustedes.

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