Recensión de Patología de la Transición: la obra

Este 1 de marzo de 2025 ha sido uno de los momentos más esperados del año. La incesante lluvia y el denso manto de nubes grises que cubría los cielos de Madrid no evitaron que cientos de personas se congregaran en el Teatro Elías Ahuja para acudir al estreno de la magna obra de teatro Patología de la Transición: del repúblico hidalgo don Antonio García-Trevijano. Entre el público asistente se encontraban celebridades como la «musa de la Transición Española» Victoria Vera, escritores, periodistas, estudiantes y varias generaciones de familias que ocuparon sus butacas para ver este magnífico drama, que rompe con muchos mitos de un periodo decisivo de la historia de España y nos acerca a conocer a su figura principal: al legendario caballero don Antonio García-Trevijano.

Los asistentes enmudecen al oscurecerse la sala y abrirse el telón, una voz superpuesta introduce la escena con prosa cervantina, mientras las tablas muestran a un anciano físicamente consumido por las dolorosas vicisitudes de su larga experiencia vital, acompañado de una joven estudiante y cuatro enfermeros ataviados con narices de payaso. Cuando los clowns atormentan al convaleciente con sus consignas éste arranca a hablar con una inesperada energía y vitalidad, dirigiéndose a la joven Pancha (Luna Mayo) para que no lo abandone. Discuten acerca del voto. Para Pancha, votar es un deber cívico. Trevijano (Jorge Muñoz) afirma que es un derecho político y por lo tanto no puede ser un deber.

Luna Mayo y Jorge Muñoz durante el ensayo.

Los clowns salen nuevamente de la oscuridad, interrumpiendo el diálogo y colocando al «monórquido» (el general Franco) sobre un pedestal. Las narices de payaso no evitan que los clowns muestren su verdadera cara, desfilan por el proscenio con pasión de servidumbre clamando vivas al generalísimo. Lastimosamente el clownísimo lanza su último suspiro y fallece. Franco ha muerto. Los otros clowns comienzan a gemir y sollozar encima del finado sin saber muy bien qué hacer. Constatada su muerte degustan su exquisito cadáver, repartiéndose los restos del dictador mientras suena una música de fondo. Detrás del escenario aparecen la sagrada palabra «Constitución» y la bóveda de la Capilla Sixtina con el todopoderoso dedo del dictador designando a su heredero Juan Carlos. El público rompe a reír y tras el fin abrupto de la música todavía se escuchan sus carcajadas. Después se hace el silencio.

De izquierda a derecha: Pablo Piera, Marta Nebot, Sole Mallegas y Fernando Figueroa.

Trevijano no pierde la esperanza en el adormecido pueblo español, representado por Pancha. Razona con su pupila para que ésta salga de su letargo y se haga las preguntas correctas. El siguiente diálogo trata sobre la «Constitución española», y nuestro repúblico hidalgo explica a Pancha que dicho texto no cumple ni con los requisitos formales ni con los materiales para merecer la catalogación de Constitución, ya que ni hubo Cortes Constituyentes ni materialmente separa los poderes del Estado. La «criatura» fue cocinada en secreto en el restaurante José Luis, mediante los «pactos del mantel», lo que es escenificado por los clowns entre bocados de merluza y cocido madrileño.

Continúa el juego mayéutico entre Trevijano y Pancha. El primero señala que la «Constitución» se hizo de arriba abajo porque los españoles estuvieron en la inopia mientras la prensa se encontraba en el país de Babia. Pancha protesta diciendo que la «Constitución» se votó, pero cae en la cuenta de que no es lo mismo asentir que constituir. Trevijano continúa con sus retruécanos, Pancha reflexiona, los payasos siguen su juego con pasión de consenso. Trevijano protesta contra el consenso, porque no es un consenso social, sino un consenso coactivo desde el Estado, que proscribe la libertad de pensamiento. «Consenso es lo contrario a la política, es pacto y reparto del botín del Estado. ¡Consenso es oligarquía!».

En la siguiente escena los clowns bailan y tararean Habla, pueblo, habla. Fernando Figueroa, Sole Mallegas, Pablo Piera y Marta Nebot tienen al público en el bolsillo. El juego de los payasos ora representa el juego de los poderes, ora representa las debilidades y estulticias humanas, los actores escenifican estos aspectos a la perfección. La melodía se interrumpe con la vigorosa voz del viejo Trevijano, que explica a la ingenua Pancha su protagonismo en «la Transición», su papel como coordinador de la Junta Democrática, su encarcelamiento, sus intentos de asesinato, el atentado sufrido y la difamación que padeció por hacer lo correcto. «La Transición Española» fue una obra de las potencias extranjeras en un contexto de Guerra Fría y temor al comunismo, porque Henry Kissinger, secretario de Estado de los Estados Unidos, y la socialdemocracia alemana intercedieron en este periodo y apoyaron la creación de una oligarquía de partidos en España, para lo cual era conveniente que los españoles no conquistaran la libertad política. Por eso, con Trevijano en la cárcel, se pasó de la ley a la ley, se ejecutó la reforma en vez de la ruptura con el régimen anterior. Muerto Franco triunfó el franquismo.

¿Y la corrupción? Cuando el poder no tiene control, la corrupción está enraizada en el propio poder, y como es el propio poder el que tiene la facultad de reformar las instituciones, no puede haber voluntad política para llevar a cabo estas reformas. Por eso era necesaria la ruptura. En vez de un partido en el Estado, se instalaron varios partidos en su lugar, pero también en el Estado, sin cambiar la relación de poder. Este es el motivo de que haya corrupción y no haya mecanismos civiles que controlen sus eventuales abusos, porque los partidos políticos no pertenecen a la sociedad civil. Civilizar a las instituciones es necesario para que el poder no se encuentre facultado a actuar como le plazca, que sea la sociedad la que controle al Estado y no al revés. Empero, si no hay separación entre los poderes del Estado y la nación, la corrupción es inevitable. Los clowns bailan simbolizando la inseparación de poderes; un único poder ejecutando, legislando y eligiendo a los jueces. Espectáculo de trileros. Unidad de poder y reparto de funciones.

A continuación aparece un caldero en el escenario, con un rótulo en el que se lee la palabra «Estado», los clowns dan vueltas alrededor de la marmita, observándola de soslayo. Entonces dan el paso de vivir para a vivir de, uno de ellos mete la mano y pronto es señalado por el dedo acusatorio de sus compañeros, por lo que se aleja del caldero con espíritu apocado. Pero de repente, un segundo clown introduce la mano en la olla, repitiéndose el señalamiento. El tercer y cuarto payaso también meten la mano en el Estado, todos están manchados por la corrupción. Ante la falta de mecanismos de control del poder, todos se marchan a un lugar oscuro y alejado a deglutir vorazmente el contenido del caldero. ¿Escándalo? No, el escándalo es algo sorprendente, inesperado, inopinado, inédito… le dice Trevijano a Pancha. Lo escandaloso sería que por alguna vez se detuviera a los corruptos, que las cátedras y los medios de comunicación denunciaran que no hay democracia. En España la corrupción es lo habitual. Pancha, indignada, protesta con amargura contra los «casos aislados» de despilfarro, fraude y corrupción.

Los clowns se unen al caballero y su escudera, cogen el mantel del perchero y lo utilizan de pancarta. ¡Manifestación! Los indignados desconocen las causas de la corrupción, repiten manidos tópicos rindiendo homenaje verbal a sus sentimientos. «No nos representan» y «no hay pan para tanto chorizo». La movilidad social como antídoto de la indignación. Indignación que sirve para limpiar sus conciencias y volver a votar una vez cada cuatro años. Neutralizada y desactivada la protesta popular, los ejércitos de votantes se dirigen a una colina a enfrentarse ferozmente. Capitaneados de un lado por Alifanfarrón de la Tremenda Zurda, de otro por Pentapolín del Arremangado Brazo. Con tanta presuntuosidad, Sancha se sorprende de la impostada rivalidad entre los caballeros. Pero en otra lona aparece la figura de Dolfino del Bonito Semblante, príncipe del Tránsito y la Nueva Carta. Trevijano advierte a Sancha de que no se fíe de las apariencias, a lo que emerge otro caballero conocido como Felipembo de Gonzalate, y del horizonte surge Aznarín de Constantinopla, gran duque de la Gavia de Plata. Siguen sumándose caballeros de todos los colores: Manuelante de las Carcundas Fragas y a su lado el temible Santiagardo de las Mejillas Bermejas. Disparatado oficio el de la caballería, que tras la presunta batalla ninguno pierde y todos cobran del Estado.

Después del tremendo duelo a garrotazos, las legiones de votantes ungen las urnas con listas de partido. Pancha no sabe qué hacer con su papeleta, continúa su diálogo con el hidalgo y empieza a tomar apuntes. ¿Hay democracia en España? Los payasos lo tienen claro, comienzan a cortejar a la «Constitución» y a lanzar proclamas enlatadas. Toman unos papeles y proceden a su lectura. Arrojan los papeles al suelo, la lectura no es edificante, promesas y más promesas. «Nadie promete más que el que sabe que no va a cumplir» (Quevedo). El pueblo español comienza a despertar, la «Constitución» que les dieron no es más que un papel mojado, es agua de borrajas. Esto no es democracia. Despierta, España, despierta.

Pancha abre las puertas de su mente, se dirige al público con un apoteósico y fino soliloquio. Pancha estaba alienada, el cuerdo era Trevijano. Se vuelve hacia él para disculparse por su locura. El emperador estaba desnudo y los aedos de «la Transición» estaban ciegos. Los derechos fueron concedidos, la libertad no puede ser legalizada porque la ley no hace la libertad, es la libertad la que hace la ley. La interpretación de Luna Mayo es de matrícula de honor, la emoción traspasa las almas del público, los vellos se erizan. Trevijano recita sus últimas palabras. «No vamos en busca de la libertad, Pancho, la libertad viene en nuestra búsqueda». El escenario se hace pequeño ante tan elevada interpretación. El público no puede contener ni su emoción ni sus lágrimas. Chapeau. Se escucha Lux aeterna, de Ligety. Otra vez la Capilla Sixtina al fondo de las tablas. Se suceden los rostros de los herederos de Franco. Por fin Pancha toma su papeleta, tras instantes de duda se decanta por la papiroflexia y confecciona un avión que lanza al público. El hidalgo fallece. Todos posan. Una imagen de Antonio García-Trevijano se adueña del fondo del escenario.

El miedo de los franquistas a la revancha de los vencidos sólo fue superado por la ambición de los vencidos por ocupar el lugar de los vencedores, sin cambiar nada. Eso es la Transición.

Oscuridad. Se cierra el telón. El público rompe a aplaudir. Las lágrimas se juntan con los aplausos. Los actores salen de detrás del telón y el auditorio entero se pone en pie. Las horas de ensayo y una actuación magistral son recompensadas por la alabanza de un público entregado. El mundo es más sensato y un lugar mejor tras esta obra de arte teatral. Gracias a Luna y a Jorge por su actuación digna de un Max. Gracias a Sole, a Marta, a Fernando y a Pablo por llegar al corazón del público y hacerle perder el miedo a la libertad. Gracias al director Alberto Gálvez por traer justicia poética a don Antonio y blandir la verdad cual Quijote con su lanza. Ciudadano Gálvez, tú eres el cuerdo, vas por el camino correcto, sigue así, ciudadano libre. Sobre todo muchas gracias al público por su actuación ejemplar y sus buenas formas durante esta representación. Gracias a todos por salir de la indiferencia y hacer con vuestra aportación que la democracia sea un poco más divisable.

Mientras los actores firmaban autógrafos muchas personas preguntaron si se repetiría la obra en los teatros de otras ciudades. Para Max Weber «una obra de arte que tenga realmente plenitud no será nunca superada, no envejecerá nunca». Esta obra permanecerá leal y constante, esperando a sus futuros espectadores para completar el conocimiento de su historia reciente, que ha sido contada parcialmente con torticeros pecados de omisión. Esta reseña no hace justicia a esta gran obra, solo es mi pequeño grano de arena para apoyarla y clamar que se hagan giras por toda España, para que ayude a alumbrar un nuevo derrotero que nos haga salir de la confusión en la que nos encontramos. Gracias, hidalgo, por abrir nuevos caminos con esta quijotesca obra de arte teatral: Patología de la Transición: del repúblico hidalgo don Antonio García-Trevijano.

0 comentarios en “Recensión de Patología de la Transición: la obra”

  1. Maravilloso Alan, he vuelto a revivir lo mismo que el sábado. Gracias al MCRC por apostar por la cultura como medio de divulgación, gracias a Alberto Gálvez por su texto didáctico, gracias a esos actores fabulosos y al publico que asistió al evento. Y gracias a ti, Alan por este texto fiel a lo que allí aconteció.

  2. Maravillosa reseña que nos hace revivir tan glorioso momento. Ojalá la obra se repita una y mil veces por todos los poblados de España tan necesitada de un despertar.
    Gracias, Alan, por tan certeras palabras.
    Gracias a Alberto por tan maravillosa obra y por su afable carácter.
    Gracias a los actores por tan maravillosa interpretación y por su valentía.
    Y por supuesto muchísimas gracias al MCRC por su apuesta por la cultura y también por poner el conocimiento al alcance de todos.
    Mi gran enhorabuena.

  3. Sabemos que hace cincuenta años que España ha sido engañada y vamos a seguir sin hacerles nada? La verdad, no se a que esperamos para hacer un levantamiento a nivel nacional. La obra genial, lastima que por aquel entonces era un niño de 3 años y no me enteraba de estas trampas. Pero podéis contar conmigo para liarla parda si llega el momento.

    1. Buenos días. Hay shorts y fragmentos en el canal del MCRC y en otras redes sociales. Pero la intención es hacer gira y no podemos matar la obra sacándola en YouTube, puesto que dejaría de ser teatro y pasaría a ser cine o streaming, los cuales son ritos distintos.

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