El encanto de la palabra democracia

El auge de la oligarquía es consecuencia de la degeneración de la democracia política.

La Iglesia es un contramundo en el mundo y el logos juánico, enfrentado al logos naturalista había comenzado a desdivinizar el mundo. Entre los frutos de la desmitificación se cuentan por ejemplo la ciencia y la técnica modernas. Max Weber llamó “desencantamiento del mundo” a su desdivinización atribuyéndolo a la secularización, concepto que se presta a la confusión, pues se trata más bien de la laicización de lo natural, consustancial con cristianismo y la Iglesia -“dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”-, distinguiéndolo de lo sagrado. El laicismo de laos, pueblo, no es anticristiano, todo lo contrario, pero las ideologías se han apoderado del concepto para oponerlo a la religión y a lo sacro, considerándolos enemigos a batir, lo que podría estar tal vez justificado en el caso de las religiones naturalistas.

La causa es que al mundo le encanta el logos naturalista, y éste retornó con mitos que empezaron a sustituir los antiguos, vinculados a las extinguidas religiones paganas, por mitos políticos vinculados en buena medida a la ciencia y a la técnica. La política comenzó a sustituir a la religión en la vida colectiva, la politización a reencantar el mundo y, con el tiempo, la palabra democracia se convirtió en el logotipo de una nueva religión enteramente secular, de este mundo y para este mundo.

Podría decirse que la democracia religiosa aspira a ser la única religión universal, compitiendo para ello con el universalismo cristiano, que la acepta pasivamente, y el musulmán, al que solivianta, y, por supuesto, con las demás religiones. Lo sugería inconscientemente Francis Fukuyama en su famoso artículo de 1989, el año en que cayó el muro de Berlín y con él el socialismo soviético, una de las confesiones más potentes de esa religión: «la universalización de la democracia liberal es la última forma del gobierno humano», decía Fukuyama.

Los intérpretes auténticos de la ley moral universal no son los intelectuales ni los profesores de ética sino las religiones, y la palabra democracia se emplea tanto como sinónimo de lo que la política considera bueno, moral, como para anatematizar lo que es malo o inmoral según esa religión política basada en la opinión de las mayorías que, cohesionadas por el sacerdocio universal de los demócratas, deciden qué es bueno y qué es malo. La opinión pública –o la publicada o la manipulada, pues tiene sus pastores- es, pues, la fuente de las verdades de la religión democrática, cuya dogma fundacional reza -Rousseau dixit– que la opinión de la mayoría -sociológicamente la de las minorías que la pastorean- constituye una verdad irrefutable.

Michael Oakeshott distinguía la política de la fe de la política del escepticismo. La política de la fe suele adoptar formas ideológicas, las proyecciones políticas de la religión democrática, fuera de cuya iglesia no hay salvación. Los escépticos como Oakeshott se condenan por sí solos. Pero a los herejes se les condena expresamente cuando no se les persigue, pues es aspecto de la ortodoxia que priman las herejías desequilibra su teología (en realidad ateiología en este caso). La ortodoxia democrática tilda así de extrema derecha, una expresión ambigua, a los escépticos que osan manifestar polémicamente su escepticismo, si bien considera peores a los “fascistas”, pues el fascismo antiguo era una herejía de la religión democrática, propiedad de la izquierda, por lo que los fascistas son además de derechas, ya que la izquierda es progresista.

En efecto, igual que la Iglesia dirige la peregrinación del Pueblo de Dios en el mundo hasta la realización de la verdad completa como dice el evangelio de San Juan, le corresponde a la izquierda dirigir el peregrinaje del Pueblo Democrático hasta que sólo impere la Iglesia Democrática. Mientras die wahre Demokratie (la verdadera democracia en expresión de Carlos Marx) no sea una realidad de este mundo – “el nuevo cielo y la nueva tierra”, el Reino de Dios en la tierra- el Pueblo Democrático está en peregrinación permanente, por lo que los verdaderos demócratas son progresistas, aunque, curiosamente, atendiendo al desarrollo de la ateiología de la historia progresista, el Santo Patrón del progresismo es, o por menos debiera ser reconocido como tal, según sugiere acertadamente el historiador John LukacsAdolfo Hitler. La novedad de esta poderosa religión consiste en que identifica el peregrinaje con el progreso, pues, para decirlo con palabras de J. Ratzinger, según ella, más modesta que las religiones que miran a ultratumba, «el progreso mismo es la verdad» (Conciencia y verdad).

El barullo en torno a la democracia es de tal entidad, que casi no se sabe ya en qué consiste. La causa es que a la religiosidad democrática le pasa lo mismo que lo que relataba René Guénon del protestantismo: debido al sacerdocio universal de los cristianos proclamado por Lutero -cada cristiano es un sacerdote-, resulta casi imposible ponerse de acuerdo sobre el dogma. De ahí el principio cuius regio eius religio consagrado en la paz de Augsburgo (1555) para hacer posible el gobierno y la paz en los principados protestantes. En aquel momento de altísima conflictividad religiosa, era muy peligroso que cualquier creyente fervoroso fundase su propia confesión e iglesia de acuerdo con su interpretación particular de la palabra de Dios contenida en la Biblia. En consecuencia, la enseñanza y las discusiones protestantes tendieron a centrarse en cuestiones morales, en las que parece más fácil ponerse de acuerdo (en aquellos tiempos); por ejemplo en no matar o no robar. Pues bien, como la democracia es un régimen de opinión, el sacerdocio universal de los demócratas tiene unas consecuencias parecidas. Por ende, debido al fracaso de sus ideologías ante la cuestión social, la religión democrática, achacándolo a la ley moral interpretada por las religiones no políticas, singularmente el cristianismo, se centra ahora en la cuestión antropológica para reformar la moral en sentido progresista, es decir, liberador. Todo lo que sea liberar de “tabúes”, incluido el crimen, contribuye al progreso.

En un interesante librillo reciente sobre la fe democrática (Beyond Democracy; versión francesa: Dépasser la démocratie), escriben despiadadamente sus autores: «Una de las grandes ilusiones políticas de nuestro tiempo es la democracia. Muchas gentes se creen libres porque votan. Oponen democracia y tiranía. Y como no viven en Corea del Norte o en Cuba, se creen libres. Pero si se ve hoy a los Estados modernos invadir la esfera privada como jamás anteriormente, si la expoliación ha tomado las formas que en modo alguno pudo imaginar un Bastiat en el siglo XIX, es porque no funciona la democracia». La palabra democracia se escucha en todas partes y se pronuncia como una jaculatoria con cualquier motivo. Sirve incluso de salvoconducto para tropelía o para instalar majaderías como creencias colectivas. Dice el refrán, «dime de que hablas y te diré de que careces». Como es sólito, el abuso ha desgastado la fe democrática que empieza a ser una fe muerta. Lo que se encubre como suele también ocurrir en estos casos, con chácharas, puntillosidades, pedanterías, formalidades y falacias por no decir mentiras. En vista del panorama, Jean-François Revel concluyó que la mentira gobierna al mundo.

El libro citado no tiene desperdicio a pesar de sus carencias, : «en una democracia, todo el funcionamiento de la sociedad se orienta hacia el Estado», «que ha remplazado a Dios y la Iglesia como su Santo Padre»; «para la mayor parte de la gente la democracia representa (políticamente) todo lo que es bueno y moral»; «la crítica de la idea democrática es más o menos un tabú en nuestras sociedades occidentales»; «la democracia lleva inevitablemente al estancamiento económico»; «el voto es la ilusión de la influencia que se da a cambio de una pérdida de la libertad». En fin, «la voluntad que reina en la democracia no es “la voluntad del pueblo” sino la de los hombres políticos, guiada por los grupos de lobistas profesionales, los grupos de interés y los activistas». Esta afirmación da en la diana del gran problema político que plantea la fe democrática: el de la oligarquía.

Una cosa es el estado democrático de la sociedad, al que llegaron las sociedades cristianas -las cristianas, no otras- en un proceso que remonta a la edad media, y otra la democracia política, que, como ha mostrado por ejemplo Jean Baechler, no ha existido sólo en Grecia durante el ancestral estado social aristocrático sino en otros lugares. El estado democrático de la sociedad parecía ya un hecho indiscutible, aunque fuese débil o no existiese la democracia política. Sin embargo, puede no ser irreversible: los gobiernos occidentales sedicentemente democráticos están empezando a revertirlo con ocasión de la presente crisis.

La forma de gobierno y de régimen más coherente con el estado democrático de la sociedad es lógicamente la democracia política. Pero al confundirse con el estado social democrático se ha absolutizado y devenido lo que no es: una religión; pues la democracia no es la forma de una iglesia sino una de las formas posibles del gobierno. No es la única forma posible de la organización política. En rigor, la única forma universal del gobierno -trascendental decía Gonzalo Fernández de la Mora en La partidocracia, un libro imprescindible- es la oligarquía, el eterno talón de Aquiles de la democracia política: los gobiernos son inmanentemente oligárquicos, dado que la oligarquía impregna todas las formas de gobierno y de régimen. En puridad, decir de un gobierno que es democrático, significa que la oligarquía está controlada por el pueblo; pero sólo controlada, por lo que la democracia política será siempre precaria: la ley de hierro de la oligarquía (Ostrogorski, Mosca, Michels, Pareto, de la Mora) es inexorable al ser una ley de la convivencia humana cuyo fundamento es la naturaleza humana. En la práctica, la demagogia de los oligarcas y los aspirantes a serlo puede suplantar fácilmente a la democracia sin que los demócratas se enteren. Suele bastar la promesa de bienes y felicidad sin cuento o de la igualdad, no como igualdad legal o formal, sino como igualdad social o material, uno de los grandes mitos modernos, bajo la cual desaparece la legal.

Robert Michels formuló la ley de hierro de la oligarquía en 1911 al estudiar del funcionamiento del partido socialdemócrata alemán fundado por Lasalle, quien llamaba ley de hierro a la ley de bronce de los salarios del economista David Ricardo. La tesis de Michels es irrefutable y lo de la “democratización” interna de los partidos pura retórica, propaganda, cinismo o ingenuidad, pues toda organización necesita una jerarquía. Lo único que cabe en este aspecto es apelar al talante o a la buena voluntad de los dirigentes o criticar sus actitudes y sus actos; mejor las dos cosas.

Ahora bien, esa ley no afecta sólo a los partidos. El pensamiento político es una discusión permanente sobre la forma de evitar que los gobiernos sean descaradamente oligárquicos. Trátase de una regularidad universal de la vida colectiva en general y de la política en particular, pues se relaciona con los apetitos, las pasiones, los sentimientos miméticos, en particular el de la envidia. Sin embargo, no se ha hablado mucho de ella en el siglo XX salvo en los relatos históricos, retóricamente, u ocasionalmente para criticar a algún sistema de poder enemigo o antipático. En cambio, se habla dogmáticamente de la democracia y de la dictadura como las dos únicas alternativas posibles.

Esto se debe al modo de pensamiento totalitario dominante con su idea, completamente nueva, del gobierno, como mostró Hannah Arendt, quien no precisó empero que la tiranía totalitaria se diferencia de la antigua, la clásica, basada en la fuerza, en que presupone el cristianismo.

La tiranía totalitaria es la tiranía democrática descrita por Tocqueville, y Stuart Mill siguiéndole, como tiranía de la opinión pública. Al ser la democracia una forma de régimen (a la verdad más de régimen que de gobierno) regida por la opinión, su objetivo es dominar o controlar la conciencia, un descubrimiento cristiano, pues la libertad de la conciencia es políticamente (y no sólo políticamente) la gran aportación del cristianismo: la introducción por san Agustín de la distinción entre el “hombre interior” guiado por su conciencia, y el hombre exterior guiado por las pasiones, dio un nuevo sentido a la tradición política: la “política escatológica” (Dolf Sternberger), de la que es heredera ilegítima (pues no distingue la conciencia errónea de la objetiva) la política de la fe que hace de la democracia una religión. El totalitarismo persigue la destrucción del hombre interior monopolizando los contenidos de la conciencia -dicho sea de paso igual que el Estado monopoliza la libertad política- para imponer dogmáticamente sus opiniones como la única verdad. Decía también Joseph Ratzinger hace unos veinte años: «la destrucción de la conciencia es el verdadero presupuesto de una sujeción y de un dominio totalitario».

La ley de hierro de la oligarquía presupone el predominio del hombre exterior, guiado por los apetitos, las pasiones y los deseos miméticos cuya síntesis es el egoísmo. La crisis actual, en la que las oligarquías dirigentes están lapidando a las clases medias y con ellas a las naciones para conservar sus intereses -aprovechándola incluso para mejorar sus posiciones-, ha puesto sobre el tapete el tema de la oligarquía.

El auge de la oligarquía es consecuencia de la degeneración de la democracia política. Ortega, quien había escrito antes sobre la “democracia morbosa”, previno a los estudiantes berlineses en su famosa conferencia De Europa meditatio quaedam (1949), que la palabra democracia “se ha vuelto ramera” porque cohabita con múltiples significaciones. Hace más de veinticinco años, un escritor norteamericano encontró unas seiscientas cincuenta definiciones de la democracia, palabra que Hayek propuso sin éxito sustituir por demarchia para librarla de su envilecimiento

La democracia política presupone: la igualdad de todos ante la ley, la separación de poderes en su origen no en el Estado o Gobierno, y la representación ciudadana, o sea, la libertad política, que no se reduce obviamente al derecho a votar. Sin embargo, sobre todo allí donde reina el parlamentarismo, la igualdad de todos ante la ley está falsificada por la ingente cantidad de leyes y medidas que privilegian continuamente a unos en detrimento de otros, la división de poderes es ilusoria porque el Parlamento depende del ejecutivo y la representación es nula dado que está prohibido el mandato imperativo -la libertad de controlar a los representantes-, imperando en cambio el sistema electoral proporcional, el caldo de cultivo de la partidocracia

Volviendo a Ortega, la democracia es hoy una palabra “estúpida y fraudulenta”, cuyo intensivo uso cotidiano hace de ella una religión de la política: es democracia lo que los políticos y sus corifeos dicen que es democracia. Se habla por ejemplo de “la gran democracia india”, cuando en la India siguen existiendo las castas; la citada Corea del Norte se precia de ser una democracia, la auténtica; en España, donde jamás ha existido tal cosa se adora la democracia. Aquí, lo mismo por cierto que el liberalismo, pues, aunque la palabra política liberal es de origen español, ni ha habido una revolución liberal, ni los liberales políticos han sido menos absolutistas en relación con el pueblo, con excepciones como la de Maura, que sus rivales; en comparación con algunos de ellos quizá más. Desde Carlos III, sólo ha existido el despotismo más o menos ilustrado; en conjunto más bien menos, salvo en momentos innombrables para no escandalizar a la multitud de sedicentes demócratas, en los que se encauzaron con mayor o menor fortuna los intereses de las oligarquías en beneficio de la nación.

La democracia, debido en buena medida a la ideología “americanista”, que debe muchísimo a la difundida pedagogía de John Dewey, ha degenerado en el fanatismo democrático -el fanatismo es “la abolición de toda diferencia” (Hegel)- y la palabra democracia empieza a sonar incluso, entre sus partidarios, como si aludiese a una superstición. La crisis está abriendo los ojos a mucha gente sobre la realidad de lo que se llama democracia, lo que anunciaría su declive. Algo gravísimo, sobre todo en un momento en que no existen autoridades reconocidas; pues, con todo, la libertad política o colectiva, que es el principio de la democracia política, constituye la única garantía de las demás libertades frente al despotismo y la tiranía.

Una de las causas de la inoperancia o descrédito de la democracia es justamente la intuición de que puede ser en realidad el reino de la oligarquía aunque no se miente esta palabra, pues, precisamente en la democracia, el régimen político, dice por ejemplo el demócrata escéptico Zagrebelsky, «se presta mejor a generar y mimetizar oligarquías». La célebre frase de Churchill «la democracia es el peor de todos los regímenes exceptuando todos los demás», podría interpretarse como una manera irónica, quizá cínica, de decir que la democracia extiende la oligarquía al favorecer las ocasiones y proporcionar los medios para que todos puedan aspirar a ser oligarcas sin merma del sortilegio de la palabra democracia

La forma del gobierno vertebra el Estado (o el Gobierno cuando no existe el Estado), por lo que no es incorrecta la advertencia del constitucionalista Loewenstein de que «no existe en absoluto una relación causal entre la estructura del mecanismo gubernamental y la localización fáctica del poder. La dirección de cualquier sociedad estatal, independiente de la institucionalización de su “forma de gobierno”, yace en las manos de una minoría manipuladora constituida por los que ostentan el poder, bien los oficiales y legítimos, o los no oficiales e invisibles. Es esta minoría la que, como en toda organización colectiva, maneja los hilos de la maquinaria estatal. Descubriendo esa oligarquía dominante y dirigente se penetra en el núcleo del proceso del poder. Esta situación extraordinariamente complicada será simplificada, con su manera de pensar unilateral, por los marxistas, al presentar un esquema blanco-negro de la clase capitalista dominante y el explotado proletariado. Por otra parte, prosigue Loewenstein, la teoría neopluralista de la dinámica socioeconómica y política, tiende a insistir en el supuesto equilibrio de las fuerzas sociales concurrentes y a ignorar totalmente la existencia de una clase dominante».

A Schumpeter, una de las mejores cabezas del siglo XX, le costó muchas simpatías su tesis de que la democracia es algo “residual”. Pero mucho más recientemente reconoce Panebianco, de acuerdo con Stephen Krasner, que lo que suele llamarse “democracia liberal” es “hipocresía organizada”.

En fin, la célebre frase de Lincoln “la democracia es el gobierno del pueblo para el pueblo y por el pueblo”, es un peligroso sofisma, pues omite los efectos de la ley de hierro, según la cual el pueblo jamás gobierna; hasta Rousseau lo decía. Lo único que se puede hacer es, seguramente, lo que sugirió Aristóteles hace dos mil quinientos años: combinar la oligarquía y la democracia de manera que los más controlen a los menos; que la cantidad controle a la cualidad, decía Aristóteles.

El pesimismo que se achaca al pensamiento político realista es escepticismo. A causa de la ley de hierro ningún gobierno ni ningún régimen pueden ser perfectos. El único gobierno ideal es por eso aquel que sabe encauzar los intereses de las oligarquías hacia el bien común, un concepto moral, o, por lo menos, hacia el interés general, un concepto utilitario, y que no sólo sepa hacerlo sino que lo haga. Las posibilidades de la democracia se reducen a saber elegir a los que mandan y a estar dispuesto a exigirles a costa de lo que sea, que cumplan con su deber. De ahí la importancia crucial de cómo se organice la representación sin merma de la libertad política. Libertad inexistente cuando se reduce a pedirles, exigirles o agradecerles liberaciones o dádivas a los gobernantes como si fuesen derechos: los demócratas serviles o corrompidos alimentan la corrupción de los oligarcas.

El principio de la democracia es la libertad colectiva, la libertad política, y la principal exigencia de los demócratas debiera ser su conservación allí donde existe y su devolución al pueblo donde no existe, como ocurre prácticamente en toda Europa, sometida a la partidocracia socialdemócrata. Pedir “más” democracia, “profundizar” la democracia, o la democracia “avanzada” -de la que habla por ejemplo la Carta-Constitución española de 1978 dado licencia para cualquier cosa-, son falacias debidas al encanto de esa palabra talismán, que complacen a las oligarquías: les sirven de pretexto para intensificar su dominación demagógica. La democracia no es más que el ejercicio de la libertad política o colectiva: ésta no es un derecho o una facultad, sino el presupuesto antropológico de la política.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Carrito de compra
Traducir
Scroll al inicio

Política de privacidad

Queremos que leas y comprendas esta Política de Privacidad. Por eso, la hemos redactado en un lenguaje fácil y sencillo. No obstante, si quieres consultar las cuestiones más importantes, puedes dirigirte directamente al final y las verás especificadas de forma concisa en una tabla.

¿Quiénes somos y qué hacemos con tus datos?

En la asociación Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional (MCRC) (en adelante, “MCRC"), somos responsables del tratamiento de tus datos de carácter personal que llevaremos a cabo desde la página web del Diario Español de la República Constitucional (en adelante, el “Diario”): www.diariorc.com, la cual incluye la tienda de la editorial del MCRC (en adelante, la “Tienda”), cuyo dominio es de nuestra titularidad, según la información recogida en esta política de privacidad. Debes saber que somos una asociación cultural con domicilio social en Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, Pozuelo de Alarcón, 28223, Madrid, y nuestro NIF es G-86279259. Si tienes cualquier duda o consulta acerca de cómo tratamos tus datos, puedes escribirnos a [email protected] y estaremos encantados de atenderte. El acceso y/o uso al Diario te atribuye la condición de usuario (en adelante, “Usuario”), e implica la aceptación, desde dicho acceso y/o uso, de la presente Política de Privacidad para las finalidades indicadas en la misma así como el Aviso Legal, que también puedes consultar en el Diario.

¿Qué información recabamos sobre ti?

Recogemos los datos estrictamente necesarios para garantizar el correcto funcionamiento del boletín, la provisión de los servicios de venta ofrecidos en la Tienda, así como para asegurar que cumplimos con lo que nos piden los Usuarios, ya sea mediante la solicitud de información como el envío de compras realizadas a través del Diario. Recabamos información sobre ti cuando:
  • Nos solicitas información, ya sea vía email o a través de nuestro formulario web.
  • Te suscribes a nuestro boletín informativo, y/o solicites el envío las publicaciones por Whatsapp.
  • Nos remites obras para su publicación en el Diario.
  • Realizas una compra en la Tienda.
  • Dejas un comentario en la sección de comentarios de los contenidos del Diario.
Para que la información facilitada esté siempre actualizada y no contenga errores, recuerda comunicarnos las modificaciones que se vayan produciendo de tus datos de carácter personal a través de un correo electrónico a nuestra dirección. Además, cuando navegues por el Diario, podrán instalarse en tu dispositivo distintas cookies y otros dispositivos de seguimiento con el fin de asegurar un correcto funcionamiento de la página web, tal y como te explicamos en la Política de Cookies que puedes consultar en el Diario.

¿De dónde hemos obtenido tus datos?

Como puedes ver en el apartado anterior, los datos personales que necesitamos tratar en relación con el Diario, nos los aportas libremente a través de distintos canales. No obstante, en caso de que aportes datos personales de un tercero, garantizas que le has informado de esta Política de Privacidad y has obtenido su autorización para facilitarnos sus datos con las finalidades indicadas. Igualmente, te haces responsable de cualquier daño o perjuicio, directo o indirecto, que pudiera ocasionarse como consecuencia del incumplimiento de tal obligación. Como Usuario, garantizas que los datos que nos facilites -ya sean tuyos o de un tercero- serán veraces y exactos, debiéndonos comunicar cualquier modificación de los mismos. Nos reservamos el derecho a excluir del Diario a aquellos usuarios que hayan facilitado datos falsos, sin perjuicio de las demás acciones que procedan en Derecho.

¿Cómo funciona el boletín y la lista de difusión de Whatsapp?

El MCRC cuenta con un boletín informativo digital mediante el cual se comunica con sus asociados y suscriptores para mantenerles informados de las últimas publicaciones, novedades, acciones y participaciones. Suscribirte al boletín es muy sencillo, simplemente tienes que indicar tu correo electrónico en el apartado al efecto del Diario. Así mismo, el MCRC dispone de una lista de difusión de Whatsapp mediante la cual realiza avisos informativos con las publicaciones del boletín. Si quisieras recibir los avisos mediante la lista de difusión simplemente tendrás que aportar tu número de teléfono. Todos los datos que nos proporciones serán tratados de conformidad con esta Política de Privacidad.

¿Cómo usaremos tus datos y en base a qué?

Los datos de carácter personal recabados por el MCRC podrán ser utilizados para las siguientes finalidades: (i) Información. (ii) El envío del boletín informativo del MCRC mediante correo electrónico, y para enviarte mensajes informativos por Whatsapp en el caso de haberte suscrito. (iii) El envío de compras realizadas en la Tienda. (iv) La publicación de comentarios en el Diario. Desde el MCRC utilizaremos tus datos con las siguientes finalidades:
  1. Atender tus peticiones de información.
  2. Enviarte el boletín informativo en el case de haberte suscrito.
  3. Enviarte cualquier compra realizada en la Tienda a la dirección que nos proporciones.
  4. Generar facturas relacionadas con las compras realizadas en la Tienda.
  5. Atender cualquier solicitud de ejercicio de tus derechos que nos puedas hacer llegar, en cumplimiento de nuestras obligaciones legales.

¿Durante cuánto tiempo guardamos tus datos?

Sólo mantendremos tus datos durante el tiempo que sea estrictamente necesario para ofrecerte la información que requieras y poder realizar los envíos y realizar un seguimiento de los mismos, y posteriormente durante el periodo que resulte indispensable para poder cubrir eventuales responsabilidades o para la formulación, ejercicio o defensa de reclamaciones. No obstante lo anterior, podrás solicitar la eliminación de tus datos, y en caso de resultar aplicables dichos plazos legales de conservación, se mantendrán bloqueados durante el tiempo que la normativa establezca. En cuanto a nuestro boletín, conservaremos los datos proporcionados en tanto no manifiestes tu voluntad de darte de baja de los servicios.

¿Vamos a comunicar tus datos a terceros?

No cederemos tus datos a terceros excepto cuando se nos requiera por Ley, y en particular, podremos comunicar tus datos a las siguientes entidades, siempre en relación con las finalidades descritas:
  • A los órganos competentes de las Administraciones Públicas en cumplimiento de las obligaciones legales que nos sean de aplicación.
  • A nuestros proveedores de servicios auxiliares, necesarios para el normal funcionamiento de los servicios contratados, incluido el envío de las compras realizadas en el portal. En el caso de que algún proveedor se encuentre en una jurisdicción ajena al ámbito de aplicación del RGPD, te garantizamos que se encontrarán adheridos al Escudo de Privacidad (Privacy Shield) UE - EE. UU. Puedes aprender más haciendo click en este hipervínculo: https://www.aepd.es/sites/default/files/2019-09/guia-acerca-del-escudo-de-privacidad.pdf
    • A nuestros colaboradores, en el seno de prestaciones de servicios, los cuales estarán obligados a su vez a guardar la más estricta confidencialidad.

¿Cuáles son tus derechos y cómo puedes ejercitarlos?

  1. Derecho a acceder a tus datos personales para saber cuáles están siendo objeto de tratamiento y con qué
  2. Derecho a rectificar cualquier dato personal inexacto -por ejemplo, si necesitas actualizar la información o corregirla en caso de que fuera incorrecta-.
  3. Suprimir tus datos personales, cuando esto sea posible. Si la normativa vigente no nos permite eliminar tus datos, los bloquearemos durante el tiempo restante.
  4. Solicitar la limitación del tratamiento de tus datos personales cuando la exactitud, la legalidad o la necesidad del tratamiento de los datos resulte dudosa, en cuyo caso, podremos conservar los datos para el ejercicio o la defensa de reclamaciones.
  5. Oponerte al tratamiento de tus datos personales.
  6. Llevar a cabo la portabilidad de tus datos.
  7. Revocar el consentimiento otorgado -por ejemplo, si te suscribiste al boletín y ya no deseas recibir más información-.
  8. Ejercer tu derecho al olvido.
Podrás ejercitar tus derechos en cualquier momento y sin coste alguno, indicando qué derecho quieres ejercitar, tus datos y aportando copia de tu Documento de Identidad para que podamos identificarte, a través de las siguientes vías:
  1. Dirigiendo un correo electrónico a nuestra dirección: [email protected]
  2. Dirigiendo una solicitud escrita por correo ordinario a la dirección Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, Pozuelo de Alarcón, 28223, Madrid.
  3. Además, cuando recibas cualquier comunicación nuestra, clicando en la sección de baja que contendrá esa comunicación, podrás darte de baja de todos envíos de comunicaciones del MCRC previamente aceptados.
  4. Cuando te hayas suscrito a la recepción de mensajes informativos a través de Whatsapp podrás cancelar la suscripción desde el formulario del Diario donde te diste de alta, indicando que deseas darte de baja.
Si consideras que hemos cometido una infracción de la legislación en materia de protección de datos respecto al tratamiento de tus datos personales, consideras que el tratamiento no ha sido adecuado a la normativa o no has visto satisfecho el ejercicio de tus derechos, podrás presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, sin perjuicio de cualquier otro recurso administrativo o acción judicial que proceda en su caso.

¿Están seguros tus datos?

La protección de tu privacidad es muy importante para nosotros. Por ello, para garantizarte la seguridad de tu información, hacemos nuestros mejores esfuerzos para impedir que se utilice de forma inadecuada, prevenir accesos no autorizados y/o la revelación no autorizada de datos personales. Asimismo, nos comprometemos a cumplir con el deber de secreto y confidencialidad respecto de los datos personales de acuerdo con la legislación aplicable, así como a conferirles un tratamiento seguro en las cesiones y transferencias internacionales de datos que, en su caso, puedan producirse.

¿Cómo actualizamos nuestra Política de Privacidad?

La Política de Privacidad vigente es la que aparece en el Diario en el momento en que accedas al mismo. Nos reservamos el derecho a revisarla en el momento que consideremos oportuno. No obstante, si hacemos cambios, estos serán identificables de forma clara y específica, conforme se permite en la relación que hemos establecido contigo (por ejemplo: te podemos comunicar los cambios por email).

Resumen de Información de nuestra Política de Privacidad.

Responsable del tratamiento MOVIMIENTO DE CIUDADANOS HACIA LA REPÚBLICA CONSTITUCIONAL (MCRC) Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. NIF: G-86279259
Finalidades de tratamiento de tus datos personales - Atender tus solicitudes de información, comentarios, peticiones y/o consultas en el marco de tu relación con el MCRC. - Atender las solicitudes para el ejercicio de tus derechos. - Enviarte todas las comunicaciones a las que te hubieras suscrito, incluido el boletín (si te hubieras suscrito) y comunicaciones por Whatsapp. - Enviar cualquier compra realizada en la Tienda del MCRC.
Origen de los datos tratados - Nos los has facilitado libremente tú mismo o un tercero en tu nombre. - Los hemos recabado a través de nuestro Sitio Web mediante cookies. Puedes obtener más información sobre este tratamiento en nuestra Política de Cookies.
Base de Legitimación para el tratamiento - El tratamiento es necesario para la ofrecerte la información necesaria en atención a tu condición de asociado del MCRC. - Para determinados tratamientos, nos has dado tu consentimiento expreso (ej participación en una acción; boletín…). - Contrato de compra entre las partes.
Cesión de datos a terceros - Cedemos tus datos a proveedores de servicios, incluidos aquellos relativos al envío de las compras realizadas en la Tienda. - En ningún caso se cederán tus datos a personas ajenas a la actividad del MCRC (ya sean asociados o ajenos a la asociación) y los servicios que nos has sido solicitado. - Cedemos tus datos a determinadas autoridades en cumplimiento de obligaciones legales (ej. Administraciones Públicas).
Plazos de conservación - Conservaremos tus datos durante el tiempo que siga vigente tu relación con el MCRC. - Si nos pides expresamente que los eliminemos, así lo haremos salvo que exista una obligación legal que nos lo impida o que, por ejemplo, necesitemos utilizarlos para la formulación, ejercicio y defensa de reclamaciones.
Derechos del interesado Podrás solicitarnos el ejercicio de tus derechos por correo electrónico: [email protected], o por escrito a nuestro domicilio social en Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. Puedes pedirnos el derecho a acceder a tus datos, a solicitar su rectificación o supresión, a limitar el tratamiento de tus datos, o a oponerte a determinados tratamientos, a retirar el consentimiento que nos hubieras prestado, a la portabilidad de tus datos o a no ser objeto de una decisión basada únicamente en el tratamiento automatizado. Si no estás de acuerdo con el tratamiento que realizamos de tus datos, puedes presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos: www.aepd.es. Si tienes alguna duda sobre esta Política de Privacidad o el tratamiento de tus datos, escríbenos a nuestra dirección de correo electrónico [email protected], y estaremos encantados de atenderte.

¡Hola! ¿Quieres recibir todas nuestras novedades al instante?
Envíanos tu número de teléfono y te añadiremos a nuestra lista de
difusión de Whatsapp.

     

    Whatsapp