La perversión

Jesus Manuel Mora

JESÚS MANUEL MORA.

La reflexión sobre el bien y el mal —de los que trataremos—, más que en un plano metafísico en el acercamiento al concepto de perversidad, permite plantearse los acontecimientos que determinan ambas cuestiones. A éstos, como circunstancias que inciden sobre la vida del hombre, por considerarse éste supremo en la escala filogenética; ya sea a través de los actos de otros hombres, de la naturaleza o del universo. Pero hablar de estos hechos circunscritos a los dos últimos sujetos, es decir a natura, puede escapar a los límites de la conciencia y en todo caso, nos interesa la comprensión de los mismos por su importancia en el marco de la política entendida como la ética de la ciudad; así hemos de pasar de los sucesos concretos —fuera del control humano— a las acciones.

Las leyes físicas universales parecen dar un margen de acción al ser. Por ejemplo, podemos acariciar o besar a un semejante, pero está fuera de nuestro alcance enredarle el pelo en los anillos de Saturno. El marco en el que el hombre posee la capacidad de interactuar, en el que su actividad es susceptible de generar sucesos que pueden afectar en un sentido u otro a sus semejantes, es el que nos interesa valorar a la hora de definir el bien o el mal práctico que le puede acaecer durante su existencia.

Adicionalmente, para completar el hilo del análisis anterior, debemos determinar qué es el bien y qué el mal. John Locke, cuyo pensamiento influyó decisivamente en la Revolución Gloriosa y en la Declaración de Derechos Británica, nos ofrece una descripción del concepto de bien y de mal desde la perspectiva de su incidencia sobre el hombre: Aquello que tiene la capacidad de producirnos placer es lo que llamamos un bien, y lo que tiene capacidad de producirnos dolor lo llamamos un mal.

Reflexionando sobre el neonato, se puede decir que su proceso de comunicación con sus padres obedece a un código binario en el que llorar significa que algo va mal y reír significa que todo está bien. Es decir, a nivel del cerebro en formación nuestro sistema de comunicación y nuestro pensamiento se va construyendo conforme a sensaciones de bienestar o de malestar.

Platón empero, nos ofrece una visión que trasciende el plano metafísico y así, en su concepto, se refiere al alma pero también a la realidad. Además dota al bien de la característica de perfección, sin abandonar la verdad. Platón, sobre quién North Whitehead comenta que, la caracterización general más segura de la tradición filosófica europea es que consiste en una serie de notas al pie de Platón; presenta en su Teoría de las Formas la idea de bien como: …el objeto más adecuado para el alma y causa de la realidad, perfección y verdad de las cosas.

León Tolstoi en El origen del mal concluye que la fuente de nuestros males es nuestra propia naturaleza porque ella es la que engendra el hambre, el amor, la ira y el miedo.

Por otro lado, de lo que se trata es de establecer cómo parece que en la sociedad actual se ha asentado y campa a sus anchas la perversidad, promovida y gestionada por una oligarquía anacrónica carente de legitimidad y de legalidad. Así, en lo que se refiere al bien que proviene del mal, podemos citar al economista austro-estadounidense Joseph Alois Shumpeter que popularizó el concepto de destrucción creativa como forma de describir el proceso de transformación que acompaña a las innovaciones. Sin embargo, me encuentro lejos de calificar a esta idea de perversa.

A la luz del ejemplo citado, párrafos atrás, sobre la versión del Dios griego Crono en la mitología romana, y simbolizado por Goya como emblema del tiempo que todo lo destruye y acaba, en: Saturno devorando a un hijo; estamos en situación de valorar un ejemplo más que nos permitirá acercarnos simultáneamente a los conceptos de bien y de mal, de acción del hombre, de perversión y de política; esto es: el riesgo país, —previsión de las condiciones en las que una nación se encuentra a la hora de afrontar la devolución de la deuda externa—. Decimos que es bueno que nuestro riesgo de inversión sea bajo y malo que sea alto, el nuestro lo es. Agentes económicos supranacionales, en vista del hundimiento de un estado-miembro circunstancialmente mal avenido a la UE, deciden prestar dinero a cambio de condiciones que permitan suponer que les será devuelto. Para ofrecer seguridad en este punto, el legislativo español reforma nuestra Constitución sin ser ello requisito para el préstamo.

La metáfora sería la de un señor que acude en un Rolls-Royce a su banco. El hombre, le comenta al director que necesita construir una piscina. El señor del banco le explica que su situación económica está lejos de ser buena y que debe recortar gastos. Al día siguiente, de nuevo en el Rolls pero esta vez con uno de sus tres hijos, vuelve al banco. Impasible, cuchillo de monte en mano; en el despacho del director, degüella al menor dejando allí el cadáver para evitar manchas en la tapicería del vehículo. Ya sin hijo, vuelve al hogar y le advierte a su mujer que todo ha sido una imposición del banco por el bien de la familia. —O la austeridad mal entendida.

Por definir, RAE —Perverso: 1. Sumamente malo, que causa daño intencionadamente. 2. Que corrompe las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas.

Dentro de las perversiones —Perversión egosintómica: El perverso está contento de serlo, alardea de su conducta perversa (salvo bajo amenaza legal). Es frecuente que sintonice con otros perversos y actúen conjuntamente. No sienten angustia, ni ansiedad, ni sufrimiento por su perversión. Burlan la ley siempre que pueden.

Es decir, estamos conjugando tres conceptos: el bien, el mal, la perversión y la asociación de esta última con el concepto de que existe algo bueno que procede de lo malo. Si bien se trata de una idea difundida ampliamente y positiva en cierto modo —basta pensar en la poda de los árboles o de los parrales—, en manos inadecuadas, resulta como echar aceite a un tornillo que ya ha perdido la rosca.

En la anécdota del señor del Rolls encontramos un bien para el conjunto de la familia que será fruto de la acción del cabeza de familia en coalición con la banca: la construcción de una piscina. También encontramos un mal que acarreará un bien futuro; la necesidad de hacer recortes en el presupuesto de la familia. Existe un mensaje, el que el director del banco da al señor sobre la necesidad que tiene de reducir gastos, aplicación del principio de Shumpeter. A continuación la interpretación del mensaje que hace el padre y el desarrollo de los hechos cuyo desenlace ya conocemos, pérdida de la integridad del cuello del hijo menor a manos de su progenitor. Esta última parte corresponde a la perversión. Y finalmente la falta a la verdad necesaria en la que un mal claro y enorme se nos presenta como un bien relativo y futuro —lo hice por el bien de la familia—.

Pero esta actitud perversa, debe tener un origen y sí, quizás una causa patológica. Aún así, se deduce de la observación de casos públicos al alcance de todos que el sujeto afecto de esta modalidad de comportamiento puede poseer ciertas capacidades cognoscitivas que le permiten: subir a un coche oficial, comer, vestirse, balbucear palabras escritas por otros en papeles, viajar, gastar dinero ajeno e incluso fumar y automedicarse. Empero, también se comprueban signos externos que llaman la atención, como son: movimientos arrítmicos que acompañan al lenguaje corporal público, retracción camaleónica de la lengua en la que da la sensación de que el sujeto estuviese deleitándose con la ingestión de moscas, o circunloquios visuales para los que se vale de toda la cabeza.

Por otro lado, del análisis de las acciones del perverso, que suelen ser muy prolongadas en el tiempo, en el caso de los pervertidos sociales que no sexuales o de otra índole —para ellos, véase Freud— se puede deducir que debe haber una creencia profunda, algo a lo que podríamos llamar la religión del mal, una cierta confianza en algún hilo reflexivo sobre el que afianzar su conducta perseverante en la acción que daña a su semejante, más allá de la declaración de Shumpeter, sin que al parecer esto surta la menor mella en su consciencia. Quizás, dada cierta oligofrenia que parece necesaria y a falta del auto-reconocimiento de la mala conducta —el perverso siempre la niega y se presenta como víctima— esta reflexión pueda encajar con el hilo narrativo de la siguiente:

Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él, y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: —¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?—. Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: —¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?—. Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: —¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?—. Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe? (Antonio de Mello. Sadhana, un camino de oración. Página 71. SAL TERRAE, 1995).

En mi concepto, existe un signo característico que define al perverso, que lo diferencia de aquél que aplica una poda para que se produzca un brote renovado y vigoroso. El señor que poda, trabaja, se pone un mono azul, se mancha las manos con las herramientas y sabe mejor que nadie cómo y cuándo debe aplicar el hacha sobre el árbol: Está legitimado y legalizado para ejercer su acción sobre el árbol. Mientras que en la anécdota metafórica de la construcción de la piscina, se observa como patognomonia la señal de que pone especial cuidado en evitar introducir el cadáver del hijo menor en el vehículo porque esto le libra de problemas relacionados con la carrocería.

Si la idea de Alois en manos del señor del Rolls puede resultar como aceite sobre un tornillo sin rosca, la historia de origen chino es la vaselina con la que se cubre para evitar óxidos. Así el perverso, queda todo cubierto de ungüentos protectores y en estos casos cabría plantearse la posibilidad de que alguien lo pueda confundir con un taco de mantequilla, lo ponga en una fiambrera, lo tape y lo introduzca en la nevera.

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