Lo que España pudo ser y la traición impidió (y II)

Roberto Centeno

ROBERTO CENTENO

Franco nunca tuvo oposición democrática, sólo de totalitarios y terroristas, PCE y ETA. El PSOE y UGT estuvieron 35 años de vacaciones y UCD era una amalgama de franquistas y oportunistas. Lo primero que hicieron CCOO y la resucitada UGT fue asegurarse subvenciones de lujo, exenciones de impuestos y todo tipo de chollos para vivir como rajás -desde políticas de empleo de miles de millones a comisiones del 8% en cientos de miles de ERE a costa del trabajador- con coches oficiales, viajes en primera clase, VISA oro, mariscadas… algo casi inimaginable.

En plena crisis del petróleo, estos irresponsables empezaron a promover huelgas para conseguir unas mejoras salariales imposibles -IPC+3 puntos-, un incremento de costes que arruinaría la productividad y nos llevaría a una situación crítica, utilizando además todas las ventajas laborales del sindicalismo de Franco, donde los trabajadores no podían ir a la huelga pero tampoco podían ser despedidos.

Esto llevó a España al borde del colapso, lo que hizo inevitable un Pacto de Estado. Se lo encargaron al mejor: Fuentes Quintana. El 25 de octubre de 1977, después de meses de preparación, presentó un paquete de medidas conocido como los Pactos de la Moncloa, que tuvo un éxito notable. Sin embargo, las reformas estructurales, esenciales para el crecimiento, chocaban con los intereses deshonestos de las oligarquías financieras y monopolistas y fueron rechazadas. Fuentes dimitió por ello.

La etapa de Felipe González

El 28 de octubre de 1982, el PSOE arrasó en las elecciones generales y la UCD desapareció para siempre. El responsable económico sería el físico Miguel Boyer, para quien el resto de ministros eran, en el mejor de los casos, unos indocumentados, por lo que los trataba con total desprecio. “Usted cállese porque de esto no sabe nada”, le dijo a uno que osó llevarle la contraria en un Consejo de Ministros. Sólo respetaba a Mariano Rubio, el último gran gobernador del Banco de España.

Boyer evitó que González imitara la política de François Mitterrand, que acabó en un desastre, pero sus medidas de recortes le enfrentaron a muchos ministros y a Nicolás Redondo (UGT). Esto a Boyer le importaba un pimiento, así que metió en cintura a la ‘banda del gasto’, y puso en marcha un plan de ajuste de corte monetarista diseñado por Mariano Rubio. Sin embargo, sus enfrentamientos con Alfonso Guerra, a quien consideraba un seudointelectual sin maneras, le llevaron a dimitir.

La parte negativa de Boyer fue la adjudicación de los monopolios de petróleo y gas a dedo a las élites depredadoras y por la décima parte del valor de sus activos. Boyer convirtió los monopolios públicos con precios administrados en monopolios privados con precios libres. Fue el gran héroe de la oligarquía.

En esta etapa se produjo la mayor canallada del socialismo: la destrucción de la enseñanza pública. Los responsables, queden sus nombres para conocimiento y desprecio por las generaciones futuras, fueron: José María Maravall, Javier Solana y Alfredo Pérez Rubalcaba. Estos  desalmados comenzaron por expulsar a los mejores catedráticos y profesores de las universidades españolas con la llamada ley de incompatibilidades. Los mejores catedráticos de España, que lógicamente trabajaban también en el mundo real -cirujanos, economistas, abogados, ingenieros-, tuvieron que marcharse.

Simultáneamente, anularon las oposiciones como método de acceso a las cátedras, y las sustituyeron por el dedo y la militancia de izquierdas, además de reprimir a todas las profesiones de la excelencia: notarios, abogados y economistas del Estado, entre otras. ¡Fuera toda aristocracia profesional!, ¡mueran las élites intelectuales! Estos desalmados borraron el conocimiento de todas las esferas del saber, no tienen perdón. El daño es irreparable: a día de hoy, el 85% de los profesores no tienen los conocimientos para impartir las materias a su cargo.

Entre las 200 mejores universidades del mundo no hay ni una sola española y sólo 10 entre las 500 mejores. Sembraron por doquier universidades públicas con niveles culturales irrisorios. Hoy existen 50 y sobran unas 30; sería más barato cerrarlas y pagar las carreras a los alumnos en Harvard que mantenerlas abiertas. La canallada para las clases menos favorecidas ha sido brutal: la enseñanza pública ha dejado de ser el ascensor social y cultural que fue en el pasado.

Boyer fue sustituido por Carlos Solchaga, el apóstol del pelotazo, que  desarrolló una política económica típicamente socialista: gasto sin control. Pronto explicó a quien quiso escucharle esta cultura del pelotazo: lo importante era enriquecerse con rapidez, la superioridad de la especulación y el nepotismo sobre el trabajo bien hecho. Los hechos los he explicado en detalle en otro lugar (1), este es el resumen.

Moratoria nuclear: se desmantelaron cuatro grandes centrales casi terminadas y se paralizaron seis a punto de empezar a ser construidas. Resultado: la electricidad vale hoy el doble que en Europa. Reconversión industrial: no hubo reconversión, sino desmantelamiento. Industrias que podían haber sobrevivido perfectamente con las inversiones adecuadas, como la naval, la siderúrgica o la textil, que crecían espectacularmente en el resto del mundo, fueron desmanteladas. La entrada en la UE: las prisas de González fueron letales, nadie en toda la historia de UE pagaría tal precio. La cabaña lechera sería drásticamente reducida a favor de Francia; la flota pesquera, la mayor de Europa y la tercera del mundo, quedó casi desmantelada. Eximirían del pago de impuestos a las grandes fortunas a través de las sicav (sociedades de inversión). El AVE a Sevilla: una ruina total. Los ingresos de los AVE no cubren siquiera los costes variables.

Solchaga fue sustituido por Pedro Solbes en 1993 y con él todo iría mucho peor. La situación económica al final de la etapa de Felipe González era realmente penosa. El paro ascendía al 23%, el déficit público al 6,7% del PIB y la deuda al 70%, los valores más altos de nuestra historia. Y como guinda del pastel, la Seguridad Social estaba en quiebra y los intereses al 20%: el socialismo volvía a batir récords de ruina para España. Al final, González perdió las elecciones por el desastre económico. Los GAL y  FILESA apena restarían votos. Era la hora de Aznar.

La etapa de Aznar

José María Aznar era una persona rendida ante los hombres de poder, Franco, Fraga, Bush… Humilde ante el superior y despectivo ante el inferior. A un líder lo siguen personas competentes, a un jefe lo obedecen los trepadores: sus dos lugartenientes, Rodrigo Rato y Mariano Rajoy, dos trepas profesionales incapaces de gestionar una mercería, son buena prueba. Todos sus esfuerzos  se centraron en entrar en el club de los ricos, la zona euro, sin pararse a sopesar los pros y los contras de tan trascendental decisión. Y si la moneda única podía ser una bendición para países con gobiernos sensatos, era un desastre para países con gobiernos insensatos. Fue nuestro caso. A día de hoy, el euro ha sido un desastre para España por la incompetente e irresponsable utilización de las ventajas derivadas del mismo.

El  ‘éxito’ económico fue una gigantesca farsa. Aznar conseguiría, a través de los fondos de la UE,  50.000 millones de euros en su mandato, que se despilfarraron  en mantener a vagos y caraduras a través del PER -subsidios agrarios- y del gasto en infraestructuras innecesarias. La venta de las grandes empresas públicas a precio de saldo a los oligarcas supuso 40.000 millones más. La reforma fiscal y el recorte de gasto fueron idea de Enrique Fuentes Quintana, que convenció a Aznar, y fueron implementados por el profesor José Barea, que dependía sólo del presidente. Fuentes ni siquiera se reunió con Rato, al que despreciaba. El caso Rato fue un bluf de principio a fin: nombrado presidente del Fondo Monetario Internacional gracias a la amistad de Aznar con George W. Bush, al que acabaron echando, algo insólito en los anales del FMI. Su gestión en Bankia fue tan desastrosa que está procesado por ella, pero los oligarcas a los que ayudó le han buscado un retiro de oro.

Aparte del dinero de la UE y el ‘regalo’ de las joyas de la corona, el  crecimiento económico de Aznar fue un engaño: se debió, esencialmente, al endeudamiento masivo y disparatado de familias, empresas y bancos, facilitado por nuestra entrada en el euro. En su mandato y a precios constantes, el PIB se incrementó en 340.000 millones de euros, pero la deuda privada lo hizo en 710.000. Se nos vendió una escandalosa pérdida neta como un triunfal éxito de Aznar. Una deuda que no sirvió para mejorar la industria nacional y la productividad, sino a la especulación y a la burbuja y a la discutible expansión internacional de las grandes empresas. Y hay que sumarle la ley de las renovables, que permitió pelotazos increíbles, y la escandalosa concesión de licencias UMTS de telecomunicaciones por 85.000 millones de pesetas a sus amigos, frente a los 2-3 billones que ingresaron los gobiernos del resto de Europa.

Si el crecimiento fue un engaño, su política interna fue un desastre sin paliativos. En lugar de dar marcha atrás, intensificó las transferencias de educación a las comunidades autónomas. Un paso de gigante en la desvertebración de España. Transfirió la sanidad, eliminando  las ventajas de las economías de escala y elevando los gastos de gestión y administrativos. Parientes y amigos entraron en el negocio a millares: los servicios no médicos tienen hoy diez veces más personal del necesario. El gasto sanitario pasó de 38.000 millones en 2002 a 95.000 en 2011. Un despilfarro anual de 40.000 millones, en euros y población constantes. ¡Y no hay dinero para las pensiones!

Aznar fue el gran presidente de los separatistas, en contra del mito que afirma lo contrario. Les cedió las competencias de tráfico, justicia, educación, cultura, empleo, puertos, etc. Eliminó la figura del gobernador civil, que fue sustituida por un subdelegado casi sin competencias, y defenestró a Alejo Vidal-Quadras a petición de Jordi Pujol. El PP catalán se hundiría para siempre. Y fue peor que aceptara la Ley de Política Lingüística, que discriminaba gravemente a los hispano-hablantes, impidió el recurso al Constitucional y prohibió al Defensor del Pueblo que hiciera nada. Esto ya no fue un desastre, sino un impulso decisivo a la sedición. 

La etapa Zapatero

Un atentado nunca explicado llevó a José Luis Rodríguez Zapatero, un bobo solemne, a la Presidencia en 2004. Zapatero sería una auténtica plaga bíblica que generaría la mayor crisis económica, política, moral e institucional de la historia de España. Zapatero se rodeó de un equipo ministerial que parecía sacado de una escombrera, un auténtico insulto a los españoles: nos excluyó del mundo civilizado. Con Zapatero se cumplió la famosa Ley de Murphy: “Todo lo que puede ir mal, irá”.

Zapatero jamás supo, y Solbes tampoco, por qué la economía crecía y menos aún por qué se hundía. El SOS de los inspectores del Banco de España en 2006, pidiendo que se acabara con los préstamos bancarios indiscriminados que nos iban a llevar a la ruina, fue directamente a la papelera. El desastre Zapatero superó ampliamente al de Aznar. En euros constantes, el PIB creció en 270.000 millones durante su mandato, pero el endeudamiento privado se incrementó en 1,02 billones, y para acabar de arreglarlo, la deuda pública se disparó en 400.000 millones. Para crear un punto de PIB nos endeudaron en cinco, ¡realmente de traca!.

En 2007 negaron la existencia de una burbuja inmobiliaria e incitaron a la gente a endeudarse, “porque cuanto más se endeuden, más ricos serán” y negaron que la crisis financiera mundial nos afectara. En 2008 manipularon las cifras de crecimiento para ganar las elecciones. Negaron la crisis una y otra vez: “España juega en la Champions League” dijeron; permitieron a bancos y cajas falsear los balances con la ayuda del BdE. Al final llevaron a tres millones de personas al paro, destruyeron el sistema de cajas de ahorro y permitieron los mayores robos y latrocinios de la historia de España. Este indigente mental negaría la existencia de España como nación y, ya el colmo, aprobaría el Estatut de Cataluña, votado sólo por un 30% de catalanes, que convertía al resto de España en una colonia. Zapatero fue el jefe de la quinta columna del separatismo vasco y catalán en Madrid.

(1) El disparate nacional, Planeta.

PD: No hay espacio para la etapa Rajoy. El próximo lunes al comentar los “Presupuestos de la Recuperación”, hablaré de ella. Aunque hay que ser muy miserables para llamar así a la mayor deflación salarial de nuestra historia, donde 25 millones de personas, empleados públicos, pensionistas y trabajadores, perderán poder de compra, y donde los ingresos por impuestos son ciencia-ficción

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